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((**Es2.92**) e insistía en el buen ejemplo que han de dar los padres, y en la necesidad de instruir bien a los jóvenes en la religión, para mantenerlos en el camino de la salvación. Llegaba en tanto la cuaresma a su fin y redoblaban los catequistas su afán para preparar a los presos al cumplimiento del precepto pascual. Fue a confesarlos don Cafasso con otros sacerdotes. La Pascua de ((**It2.109**)) aquel año coincidió con el 29 de marzo. Al terminar la función de la comunión general, don Cafasso, según su costumbre, fue a celebrarlo con ellos. Apenas se abrieron las puertas de la cárcel, estalló una ovación. -íViva don Cafasso!, gritaban por doquier. íViva nuestro bienhechor! íViva nuestro padre! Calmado el griterío, les colocó en fila y, sonriente, entregó a cada uno dos panecillos de pan blanco, que les supieron a gloria, y alguna fruta. Solía hacer estos regalos cuatro veces al año, en las fiestas más solemnes. Durante el reparto, les recomendaba que rezasen una Avemaría por él, para que pudiera salvar su alma; y luego les hacía reír con algún cuentecillo y graciosas ocurrencias. Aquellos pobrecitos reían satisfechos y algunos, con filial confianza, le pedían tabaco, camisas, calzoncillos, pantalones, dinero, etc., que el buen sacerdote les proporcionaba inmediatamente o, a más tardar, al día siguiente. Los lunes, miércoles y viernes iba a las cárceles del Senado, donde repartía limosnas, nunca inferiores a dos liras, proporcionaba sopa y otros alimentos para los enfermos a través del guardián, y alguna vez dinero para sus familiares. Así siguió haciendo hasta que llegó la prohibición del Gobierno. Además, alcanzaba aquel santo sacerdote del rey Carlos Alberto la gracia de la libertad para muchos de aquellos desgraciados. Para todo este santo apostolado, para el ejercicio de esta sublime obra de misericordia se llevaba don Cafasso por compañero a don Bosco, a quien encomendaba también varias veces al año instrucciones catequísticas extraordinarias, como aseguran haberlo oído contar don Rúa, don Bonetti, Enría y muchos otros antiguos alumnos del Oratorio. De este modo le amaestraba para las obras más hermosas del ministerio sacerdotal, en las que tanto placer experimentaba el ánimo de don Bosco.(**Es2.92**))
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