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((**Es2.91**) escribe él mismo, les hacía experimentar la dignidad del hombre, que es razonable y debe ganarse el pan de la vida con su trabajo y no con latrocinios; apenas lograba que el principio moral y religioso resonase en su mente, experimentaban un placer en su corazón, del que no sabían darse cuenta, pero que les impulsaba a ser mejores. En efecto, muchos cambiaban de conducta en la misma cárcel; otros, al salir, vivían de tal manera, que no tenían por qué volver a la cárcel>>. En una palabra, eran muchos los que experimentaban en la misma cárcel los efectos misteriosos de la misericordia divina y encontraban abiertas las puertas del cielo. Al acabar el catecismo, salía don Bosco de aquellos muros profundamente impresionado, resuelto a entregarse totalmente, y a toda costa, a remediar tantos males y penas como experimentaba la pobre juventud. Cuando alguno de aquellos jóvenes presos quedaba libre y su domicilio estaba muy lejos del Oratorio y no le parecía prudente admitirlo en seguida entre sus alumnos, comenzó don Bosco a encomendarlos a algunos caritativos señores y excelentes artesanos, para que los reunieran los domingos, y los vigilaran y así santificaran las fiestas. Pero él no dejaba de ((**It2.108**)) informarse sobre su conducta, de visitarlos, animarlos y socorrerlos. Ya entonces se daba cuenta de la gran dificultad para encaminar al bien a algunos, que habían vivido largo tiempo en el desorden, y comprendía que el único medio para preservarlos del vicio en adelante era colocarlos en un lugar seguro, donde se les pudiera educar religiosamente, y prevenirlos de los muchos peligros que ellos solos no podrían superar. Pero, cómo hacer? De estas visits a los presos sacaba don Bosco muchas lecciones para el buen éxito en la educación de la juventud. Se persuadía cada vez más de la necesidad de emplear con estos desgraciados y con todos los jóvenes modos caritativos, si se quiere obtener de ellos algo bueno. Más tarde insistía en este punto y aseguraba a sus colaboradores que un joven, aunque fuera de carácter duro y recalcitrante, se doblega fácilmente al bien, si es tratado con amabilidad. Se daba cuenta cada vez más de la causa que arrastraba a tantos pobres jóvenes a aquellos lugares de expiación. Con lágrimas en los ojos narraba a sus jovencitos las conmovedoras anécdotas que le habían sucedido cuando iba a dar catecismo a las cárceles; cómo muchos presos jóvenes declaraban haberse maleado por el mal ejemplo de algún compañero o por el descuido de los padres, particularmente en lo referente a instrucción religiosa. Por esto, constantemente inculcaba que había que huir de los malos compañeros(**Es2.91**))
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