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((**Es2.43**) Cerano en Vall'Intelvi, a orillas del lago de Como, el cual vendía a bajo precio y hasta regalaba a los que acudían al establecimiento de Jacinto Marietti, La práctica del amor a Jesucristo, Las glorias de María, El gran medio de la oración, Las visitas al Santísimo Sacramento. Muy pronto llegaron estos libros de oro a manos de muchísimos ((**It2.42**)) religiosos, monjas, y especialmente jóvenes estudiantes. Con estas obras ascéticas el teólogo Guala hacía llegar a manos de los sacerdotes la Teología Moral del Santo y el Homo Apostólicus, que es el compendio de la misma. Los entregaba directamente a sacerdotes que él conocía, y Giani los regalaba a los párrocos y a otros eclesiásticos, que acudían a la tienda del tipógrafo Marietti a proveerse de libros; o bien los incluía, sin que se los pidieran, en el paquete de los que le habían pedido por correo. Por este medio empezaron a rectificarse muchas ideas y no pocos volvieron al buen sendero. Gracias a esta santa y heroica industria se consiguió también que gran parte del clero estudiara los principios morales de San Alfonso. Debatían con ardor, en aquella época, los teólogos la cuestión del probabilismo y del probabiliorismo. Los promotores del primero seguían la sentencia del doctor San Alfonso de Ligorio, cuyas obras habían sido alabadas por la Iglesia y declaradas exentas de toda censura; y, en cambio, los partidarios del segundo se atenían a las opiniones de algunos autores rígidos, cuya práctica, no regulada por la prudencia, podía conducir a un rigorismo irracional y pernicioso para las almas. Ahora bien, el teólogo Guala, al fundar la Residencia Sacerdotal, se propuso acabar la discusión, y lo consiguió en gran parte, poniendo como centro de todas las opiniones la caridad y mansedumbre de Nuestro Señor Jesucristo, y logrando que San Alfonso se convirtiere en el maestro de nuestras escuelas de Moral, con grandísimo provecho para los fieles y tranquilidad de las conciencias. Sin embargo, él, al comenzar sus lecciones tuvo que entregar a sus alumnos, el texto de Alasia, que era el adoptado para las escuelas, pero siempre consultando a San Alfonso, al que acostumbraba llamar NUESTRO SANTO. En aquel tiempo era peligroso combatir las opiniones Alasianas. Impartía sus lecciones ((**It2.43**)) con la máxima circunspección, puesto que de haber llegado a oídos de los directores de la Instrucción en la Archidiócesis noticia de esta nueva orientación en los estudios de la Moral, hubieran surgido graves obstáculos para la santa obra emprendida. Ayudaba al teólogo Guala su suplente, primero, y más tarde sucesor, don José Cafasso: era su brazo derecho. Don Cafasso, que poseía una virtud a toda prueba, tranquilidad prodigiosa, comprensión(**Es2.43**))
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