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((**Es2.383**) Solamente en una cosa no podía don Bosco permanecer indiferente: en los peligros y en la pérdida de las almas, y a la vista de las ofensas hechas contra Dios. Por aquellos días, nos contaba José Buzzetti, tuvo don Bosco un sueño que le ocasionó mucho pesar. Vio a dos muchachos ( y los conoció) que salían de Turín camino de I Becchi; pero al llegar al puente del Po, se arrojó sobre ellos una bestia enorme de formas espantosas. Esta, después de haberlos embadurnado con su baba, los arrojó al suelo, envolviéndolos durante largo tiempo en el barro, de modo que quedaron tan sucios que daban asco. Don Bosco contó el sueño a algunos de los que estaban con él, diciendo el nombre de los muchachos con quienes había soñado: los sucesos demostraron que aquello no había sido una pura fantasía, ya que los dos desgraciados, después de abandonar el Oratorio, se entregaron a toda suerte de vicios. Mientras tanto, se recuperaba su salud y hacía de cuando en cuando largos paseos a pie, que le favorecían enormemente. En balde había pedido ((**It2.512**)) al teólogo Borel el añalejo de la diócesis, puesto que los médicos persistían en que no cansara su cabeza y su estómago con el rezo del oficio divino. El, sin embargo, para satisfacer su devoción, no dejó nunca de recitar alguna parte, y pronto pudo satisfacer, por entero, su obligación. Como agradecido discípulo que era, fue a Ponzano para pasar algunos días en la grata amistad de su primer maestro don Lacqua. Aprovechó para visitar también al señor Moioglio, que en otra ocasión, como ya hemos narrado, le hospedó en su casa una noche de tempestad. Desde aquí escribió al teólogo Borel y por su carta, jovial como todas las suyas, deducimos su deseo de organizar cada vez mejor el Oratorio, atesorando las observaciones del Teólogo y su solicitud por asegurar un feliz porvenir a alguno de sus muchachos. El comienzo de esta carta hace suponer que es continuación de otra expedida con anterioridad, que no ha llegado hasta nosotros. <>Cuando yo era chiquito me contaron algunas historietas que, con el andar del tiempo, las creía fábulas. Pero ahora veo, por mis propios ojos, que eran cosas bien ciertas. >>Imagínese ver un grupo de colinas altas, sí, pero que tengan en medio un monte que las sobrepase. Después de subir estas colinas, (**Es2.383**))
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