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((**Es2.377**) entregaban para el Oratorio, cuyo cajero, por así decir, era él mismo. Estas cantidades, generalmente pequeñas, pero numerosas ((**It2.503**)) pasaron por las manos del teólogo Borel, incansable en pedir para el querido Oratorio. Merecen recordarse los nombres de los primeros cooperadores registrados por este santo Teólogo. Ellos son: los Canónigos Fissore, Vacchetta, Melano, Duprez, Fantolini, Zappata; los teólogos Aimeri Berteù, Saccarelli; Vola, Carpano, Pablo Rossi, don Pacchiotti; el abate Pullini, el reverendo señor Durando, el conde Rademaker, marqués Gustavo de Cavour, general Miguel Engelfred, Carlos Richelmy; los abogados Molina, Blengini; la baronesa señorita Borsarelli; señorita Moia, el caballero Borbonese; la condesa Masino, las señoras Cavallo y María Bogner; los señores Benedicto Mussa, Antonio Burdín, Gagliardi y Casa Bianchi. Estos y otros, no anotados en el registro del teólogo Borel, cuyas limosnas también nos son conocidas, formaban la vanguardia del ejército de cooperadores que ayudaría a don Bosco a lo largo de su vida. Don Bosco, pues, partió hacia Morialdo en compañía de un joven estudiante llamado Tonín, que frecuentaba el Oratorio. Después de descansar algunos días en Castelnuovo, en casa de su queridísimo vicario don Cinzano, fue a I Becchi con su madre. Ansioso de saber noticias del Oratorio, de la fiesta de la Asunción de la Virgen María y de la procesión que los muchachos habían preparado con tanto interés, escribió al teólogo Borel el 22 de agosto de 1846: <>Estoy en Catelnuovo; mi viaje fue bueno, aunque con las sacudidas del borriquillo. Mi salud ha mejorado mucho; el comer, beber, dormir, sin otra cosa que hacer, los paseos por estas colinas que exhalan un aire puro y fresco, han cambiado mi color y mi aspecto en pocos días. ((**It2.504**)) >>Veo verdaderamente que la mano de Dios ha favoredio mi salud. Me encuentro mñas fuerte y con más energías que antes de esta última enfermedad, sin aquel ardor de garganta que tanto me fastidiaba. Deo gratias. >>No sé si habrá disminuido el calor en Turín: aquí respiramos un fresco que da vida de verdad, pese a que la sequía ha desolado el campo, y no se oyen más que lamentos y suspiros de los pobres campesinos, resignados de todos modos a la Divina voluntad. Tonín me hace excelente compañía y me mantiene maravillosamente alegre. íCuántas veces besaría su mano y la de don Pacchiotti, si estuvieran aquí! (**Es2.377**))
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