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((**Es2.258**) con prontitud, intrepidez y sin ostentación. Gozaba en los sufrimientos, ofreciéndoselos a Dios; lo más arduo y repugnante a la naturaleza lo consideraba fácil y suave. Era acaso para él un pasatiempo agradable encontrarse en medio de muchachos de la calle, mal educados, enredones, no siempre agradecidos, y hasta groseros en sus manifestaciones de gratitud? Era, tal vez, una ocupación divertida instruirlos con tanto trabajo por la torpeza de unos y la terquedad y pocas ganas de aprender de otros? íEl los trataba con el cariño y atenciones del mejor de los padres! íSí, don Bosco hubiera sido capaz de afrontar y aguantar ((**It2.338**)) cualquier tormento por sus muchachos y hasta entregar su vida por la salvación de sus almas! Al cabo de un mes, él con sus trescientos jóvenes, quedaría en la calle, sin techo donde aguantar la lluvia, la nieve y los vientos helados. Sin embargo, aprovechó uno o dos días festivos el plazo concedido por el Municipio para reunir a los muchachos en la iglesia de San Martín, pero sin dejarles jugar allí. Después de comer les daba el catecismo, y luego conducía su tropa al otro lado del puente de Moscú y, siguiendo la orilla del Dora, bajaban a uno de los campos incultos que se extienden a la izquierda de quien entra en Turín. Allí daba a cada uno su buena rebanada de pan y una ración abundante de fruta o de cecina; y distribuía las bochas, tejos, zancos y cuerdas para saltar, y jugaban hasta el anochecer. El, sentado sobre un ribazo, los asistía, y a veces, rezaba el breviario. Buscó durante esas semanas otro sitio adonde ir, pero no lo pudo encontrar. La curiosidad llevaba a mucha gente a San Pedro ad Víncula y a San Martín de los Molinos para enterarse de las tristes nuevas del Capellán, de la criada y del Secretario. Se apoderó del ánimo de muchos una especie de terror; había personas buenas y ricas que rechazaban el pensamiento de acoger en sus terrenos a don Bosco y su Oratorio. <>. Mas no tardaron en llegar otros hechos que manifestaran cómo bendecía el Señor a todos los que ((**It2.339**)) promovían y sostenían una obra tan benéfica. Muchísimas personas de Turín y de otras partes confesaron repetidas veces que su propia condición y la de sus familias había empezado a mejorar desde el día en que se decidieron a ayudar a los pobres chiquillos de don Bosco. Pero aquellos días, en vano se esperaba un rayo de esperanza. (**Es2.258**))
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