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((**Es2.230**) >>Ella respondió: >>-Mi Hijo y los Apóstoles no tenían un palmo de tierra donde apoyar la cabeza. >>Empecé a trabajar en aquel prado, aconsejaba, predicaba, confesaba; pero veía que mi esfuerzo resultaba inútil para la mayoría, si no se encontraba un sitio cercado y con locales donde recogerlos y donde albergar a algunos totalmente abandonados por sus padres, desechados y despreciados por todo el mundo. Entonces aquella Señora me llevó un poco más hacia allá, hacia el norte, y me dijo: >>-íMira! >>Y vi una iglesia pequeña y baja, un patio chiquito y muchos jóvenes. Reemprendí mi labor. Pero, resultando ya estrecha esa iglesia, recurrí ((**It2.299**)) de nuevo a Ella, y me mostró otra iglesia bastante más grande y con una casa al lado. Me llevó después un poco más allá, hasta un trozo de terreno cultivado, casi frente a la fachada de la segunda iglesia. Y añadió: >>-En este lugar, donde los gloriosos mártires de Turín Adventor y Octavio sufrieron su martirio, sobre esta tierra bañada y santificada con su sangre, quiero que Dios sea honrado de modo especialísimo. >>Y así diciendo, adelantó un pie hasta ponerlo en el punto exacto donde tuvo lugar el martirio. Y me lo indicó con precisión. Quería yo poner una señal para encontrarlo cuando volviese por allí, pero no encontré nada: ni un palito, ni una piedra; con todo, lo fijé en la memoria con toda exactitud. Corresponde exactamente al ángulo interior de la capilla de los Santos Mártires, antes llamada de Santa Ana, del lado del Evangelio de la iglesia de María Auxiliadora. >>Mientras tanto, yo me veía rodeado de un número inmenso, siempre en aumento, de jóvenes; y mirando a la Señora, crecían los medios y el local; y vi, después, una grandísima iglesia, precisamente en el lugar en donde me había hecho ver que acaeció el martirio del los Santos de la legión Tebea, con muchos edificios alrededor y con un hermoso monumento en el medio. >>Mientras sucedía todo esto, siempre soñando, tenía como colaboradores sacerdotes que me ayudaban en un principio, pero que después huían. Buscaba con grandes trabajos atraérmelos, y ellos se iban poco después y me dejaban solo. Entonces me volví de nuevo a aquella Señora, la cual me dijo: >>-Quieres saber cómo hacer para que no se te vayan más? Toma esta cinta y átasela a su cabeza. (**Es2.230**))
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