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((**Es2.207**) era lo mismo. Pero nuestro buen joven se acordó de las palabras de don Bosco e invocó con toda su alma al Angel de la Guarda: -íAngel mío, ayúdame! -Y el Angel le ayudó. íAlgo admirable! Tres cayeron: uno quedó muerto en el acto, otro fue llevado al hospital medio deshecho y moría unas horas después. El tercero era nuestro peón; cuando acudió la gente, creyéndole muerto, se puso en pie, totalmente sano y sin el menor rasguño. Más aún: volvió a subir a lo alto, de donde había caído, para ayudar en el trabajo de reparación. Al domingo siguiente acudió a San Francisco de Asís y contaba a sus compañeros asombrados lo que le había sucedido, dando fe de que la promesa de don Bosco se había cumplido. Los muchachos aumentaron su devoción al Angel de la Guarda, lo que produjo muchos y saludables efectos en sus almas. Este hecho singular sugirió a don Bosco la idea de escribir el librito mencionado: El devoto del Angel Custodio. En sus setenta y dos páginas exponía los motivos que deben animar al cristiano para merecer su protección. Dividía la materia en diez consideraciones, a propósito para prepararse a la fiesta de los Santos Angeles: bondad de Dios al ponernos a sus Angeles por custodios nuestros, amor que nos tienen los Angeles, favores diarios de los Angeles Custodios, su asistencia especial en la oración, en la tentación, en las tribulaciones, en la hora de la muerte, en el juicio y en el purgatorio, amor del Santo Angel al pecador, ((**It2.267**)) amor que debemos tener a nuestro Angel, que tanto nos ama. Cada consideración va seguida de un recuerdo con una práctica o florecita y de un hermoso ejemplo. Los obsequios para la novena eran los siguientes: 1. Rezar cada día, al menos por la mañana y por la noche, el Angele Dei, con la intención de agradecer la bondad de Dios al darnos por custodios a príncipes tan excelsos del Paraíso. 2. Al ir a la iglesia, especialmente durante la santa misa, invitar al Santo Angel a adorar con vosotros a Jesús Sacramentado, o que os supla cuando vosotros no podáis ir. Haced el propósito de saludar a la santísima Virgen tres veces al día con el Angelus Domini, obsequio muy grato para Ella y también para los ángeles, oración enriquecida con muchas indulgencias por los Sumos Pontífices. 3. Atribuid a las oraciones, inspiraciones y asistencia del santo Angel el éxito en los negocios y el triunfo en los peligros evitados. Por eso, rezadle por la mañana y por la noche, en las dudas y en los apuros, especialmente al emprender un viaje, pedidle de corazón, al salir de casa, que os bendiga y os libre de todo mal. 4. Acostumbraos a ofrecer a Dios vuestras oraciones por medio (**Es2.207**))
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