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((**Es2.201**) con el mismo afecto de siempre, le concedía una habitación en la Residencia Sacerdotal, ((**It2.258**)) desde don Bosco pudiera atender sus estudios sin ser estorbado, ya que en los comienzos del Oratorio le faltaban los libros necesarios para componer sus opúsculos en defensa e incremento de la religión. La biblioteca de San Francisco de Asís estaba bien dotada de valiosos volúmenes. Durante muchos años acudió a ella don Bosco, día tras día, hacia las cuatro de la tarde, y no salía de ella hasta cerca de las nueve, acompañado por algún empleado de la Residencia. Más adelante, como no podía ir por las tardes, limitó su trabajo de las once a las doce de la mañana, hasta que, algún tiempo después, pudo reanudar su primer horario. No dejaba en estas sus largas o breves estancias, de visitar a su maestro y bienhechor, de cuya confianza gozaba plenamente. Se entretenía con él hablando de teología moral, de vida espiritual y de la marcha del Oratorio. Y de él aprendía sus heroicas virtudes y continuas penitencias. Alguna vez intentaba inducirlo a templar el rigor para consigo mismo, apoyado en los mismísimos principios de razonable indulgencia que el propio don Cafasso solía proponer a sus dirigidos. Hallamos una muestra de estas visitas en los manuscritos de don Bosco: <<íLlevaba don Cafasso diez años en la Residencia Sacerdotal y no desayunaba más que un pedazo de pan, al que más tarde renunció! Redujo su alimentación a una sola comida al día, consistente en una menestra y un plato de carne o de pescado. Dormía ordinariamente, aún en invierno, cinco horas escasas. En razón de los duros trabajos que sobre él cargaban, le dije un día que tomara algo más acomodado a su débil complexión: -Verdaderamente, añadió él sonriendo, llegará un tiempo en que habrá que conceder algo más a este cuerpo; pero no quiero concedérselo hasta que no pueda pasar sin ello. ((**It2.259**)) >>Otras veces le ponderé, respetuosamente, el daño que aquella austeridad podía ocasionar a su quebrantada salud, tanto más cuanto que sus fuerzas mermaban de día en día. Pero él respondía: -íOh paraíso, paraíso! íQué fuerzas y qué bienestar proporcionarás a los que entrarán en ti!>>. Don Bosco recogía estos y otros ejemplos, los practicaba y los repetía a los demás, como se verá a lo largo de nuestra narración. Tocaba a su término el año 1844 y estaba muy cerca el día de Navidad. Como don Bosco había enseñado desde el principio a los muchachos a ayudar bien a misa, las ceremonias resultaban muy decorosas. Realzó la solemnidad la comunión general de sus oratorianos, que era lo más grato en este mundo para don Bosco. En ello (**Es2.201**))
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