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((**Es2.193**) motivos especiales no fueran allí por la mañana, sino después del mediodía. Y así el tercer domingo de octubre, día dedicado a la Pureza de la Virgen María, una turba de jovenzuelos de diversa edad y condición corría, poco después del mediodía, hacia Valdocco buscando a don Bosco ((**It2.246**)) y el nuevo Oratorio. -Dónde está don Bosco? Dónde está el Oratorio? íDon Bosco! íDon Bosco!, repetían a grandes voces. Era una invasión de muchachos. A las voces y gritos de aquella multitud de chiquillos, los habitantes de las casas vecinas salieron fuera enseguida casi asustados; temían que hubieran ido allí con alguna mala intención. Como en aquella barriada no se había oído hablar de don Bosco ni del Oratorio, la gente enfadada respondía: -Qué don Bosco ni qué Oratorio? Fuera de aquí, muchachos. Los chicos, creyéndose burlados, alzaban más la voz e insistían en sus pretensiones. Los vecinos, a su vez, se creían insultados y oponían amenazas y golpes. Las cosas empezaban a tomar mal cariz, cuando don Bosco oyendo el griterío, se dio cuenta de que eran sus muchachos amigos, que andaban buscándole a él y al nuevo Oratorio. Se les oía repetir: -íEl nos ha dicho que viniéramos aquí! Cuál es su puerta? Y un joven que se les había juntado, señalaba la puerta gritando con voz estentórea: -Aquí está don Bosco, venid conmigo. En aquel momento don Bosco salió de casa. Al aparecer ante ellos, empezaron todos a gritar: -íOh, don Bosco.., don Bosco... Dónde está el Oratorio? Hemos venido al Oratorio. Y juntos corrían hacia él. Así cesó el altercado. Ante el cambio de escena, la gente cambió el enfado por la admiración: abrían los ojos y preguntaban quién era aquel sacerdote, quiénes eran aquellos chicos... A la pregunta de dónde estaba el Oratorio, el hábil y buen Director les respondió que el verdadero Oratorio no estaba todavía acabado; pero que, entretanto, subieran a su habitación, que como era bastante espaciosa serviría para el caso. Aquel tropel se lanzó escaleras arriba, a ver quién llegaba primero a la habitación de don Bosco. Y una vez allí, uno se sentaba sobre la cama, otro sobre la mesa, quien por tierra, quieri sobre ((**It2.247**)) el antepecho de la ventana. Aquel domingo las cosas fueron bastante bien, aunque en aquel lugar no pudieron jugar como se habían imaginado; pero quedaron satisfechos. Por otra parte, a falta de lo demás, suplían la bondad, el (**Es2.193**))
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