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((**Es2.182**) ``empiezo'', y resulta que se sienta. Al llegar a cierto punto, por ejemplo antes de la peroración, se vuelve a sentar, sin que el pueblo sepa por qué. Yo soy del parecer que, salvo cuando hay que recomendar la limosna, 1 el sermón debe hacerse de un tirón. Además hay que explicar y descender a las circunstancias más insignificantes del hecho del que se quiere sacar una aplicación moral. Y sobre todo y por encima de todo, lo repetiré mil veces, es necesario que el pueblo entienda; que todo lo que se dice esté al alcance de su inteligencia y no se diga nada difícil u obscuro. A veces serán cosas triviales; pero, desmenuzadas, acaban por causar gran impresión. Yo me lanzaba sin ((**It2.230**)) método y sin cuidar las reglas oratorias, preocupado únicamente de que se me entendiera y de poner de relieve aquellos detalles que, por lo general, son del gusto del pueblo. Por esto iba a escucharme de buen grado un gentío inmenso. No hubieran ido si mis sermones hubieran sido preparados con ``exordio, primera y segunda parte''y diciendo ``en el primer punto quiero demostrar y en el segundo pasaré a probar...''. Estos artificios son demasiado magistrales y el pueblo no los entiende. >>Para prepararse y llevar cierto orden en el sermón creo que lo principal es señalar bien el tema. Lo demás debe seguir de una forma natural. Si el esquema está bien preparado, ya está todo; las palabras las prestan las circunstancias. El exordio debe tomarse de cualquier detalle del lugar, del tiempo, de la ocasión. Resultan de gran utilidad las comparaciones, las parábolas, las fábulas y los apólogos. Con ellos se puede grabar una verdad en la mente, de suerte que no se borre jamás en la vida. Recuerdo todavía la impresión que causé con un sermón en el que me proponía explicar que Dios bene omnia fecit (todo lo hizo bien), esto es, que Dios es el que dispone las cosas como son, y que el conjunto es de un orden admirable, dirigido al bien del hombre, para después exhortar al pueblo a tomar todo lo que le sucede como enviado directamente por Dios. Conté la famosa parábola de aquel viajero, cansado del camino, que se paró a la sombra de unas encinas, y mirando a una y otra parte, pensaba para sus adentros: Por qué el Señor habrá dado a unos árboles tan gruesos y tan altos como las encinas, un fruto tan pequeño como la 1 Alude a la forma retórica de la oratoria sagrada italiana de su tiempo: solía haber en ella varias pausas, como por ejemplo, después del exordio, antes de la peroración o última parte del discurso y cuando se iba a proceder a pasar el cepillo, que el predicador anunciaba diciendo: <>. (N. del T.) (**Es2.182**))
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