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((**Es2.153**) los últimos días de su vida, la fortuna de poder seguir el consejo del eclesiástico: <>. 1 También acudía la flor de la sociedad piamontesa a la Residencia Sacerdotal de San Francisco de Asís. Iban a consultar a don Guala muchos obispos y distintos prelados. Eran penitentes suyos Juan Antonio Oddone, elegido obispo de Susa en 1845, y Luis de los Condes de Calabiana, ((**It2.191**)) consagrado en 1847 para elegir la diócesis de Casale; el caballero Vasco, el caballero Bonella, el conde de Collegno, Silvio Péllico, la marquesa de Ruffia, la marquesa Falletti de Barolo, que se dirigía por él para la fundación de sus obras de caridad y muchos otros principales personajes de Turín. Mantenía estrecha relación con los Padres de la Compañía de Jesús, con el padre Bresciani y Félix e iban a predicar en San Francisco de Asís los padres Franco, Merlino y Félix. Visitábanle con frecuencia y conversaban largamente con él el conde Abogadro de la Motta, el conde Clemente Solaro de la Margherita. Hasta el mismo conde Barbaroux fue a consultarlo cuando compilaba el Código Albertino. Reclamaban la dirección espiritual de don Cafasso mucha gente del pueblo, algunos obispos y muchos párrocos, sacerdotes, abogados, militares, médicos y comerciantes. Se confesaban con él semanalmente casi todos los canónigos de la Metropolitana y muchos nobles, Sambuy, Cays, La Margherita, entre ellos, y varias damas de los más distinguido en la ciudad. Tenía puesta en él toda su confianza la duquesa de Montmorency, la cual acudía a él para las cosas del alma y los asuntos familiares, y más tarde para los generosos donativos que, por su medio hacía al Oratorio de San Francisco de Sales. Veremos a todos estos ilustres personajes, al comienzo de los Oratorios festivos, convertidos en decididos amigos suyos de todas las formas que les era posible. Y, juntos con otras muchas personas distinguidas, ser testigos de las maravillas de gran parte de la vida de don Bosco. No tardaron en demostrar gran veneración por don Bosco y considerarle como un hombre totalmente de Dios. Este es el juicio que nosotros mismos hemos oído de sus labios. 1 Eclesiástico: VI, 34-35. (**Es2.153**))
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