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((**Es19.85**) otros, los juicios de los especialistas designados por la Sagrada Congregación, que fueron los doctores Feliciani y Gentile para sor Provina Negro, y los doctores Sympa y Chiays para la señora Teresa Callegari. Monseñor Salotti opuso las primeras dificultades en la reunión del dieciocho de diciembre y monseñor Della Cioppa le replicó en la misma sesión. A estos preliminares siguieron las tres Congregaciones. La Antepreparatoria se celebró el 24 de enero de 1928 en el palacio del Cardenal Ponente. El Abogado había presentado, según ley, un mes antes, la posición impresa, con la información, el sumario, ((**It19.93**)) las relaciones oficiales de los peritos, las objeciones del Promotor General de la Fe y las correspondientes respuestas. La votación obtuvo un éxito favorable, por lo que se podía proceder adelante. Precedieron a la Congregación Preparatoria dos discusiones en otras tantas sesiones ordinarias, tenidas los días siete de abril y dieciocho de julio de 1928, con nuevas dificultades y análogas respuestas. La junta requirió todavía el juicio de dos peritos, uno para cada milagro. El doctor Persichetti emitió su parecer sobre el milagro de Turín y el doctor Stampa sobre el de Piacenza. Mientras se hacían estos estudios he aquí que en Roma sucedió un hecho ruidoso: una curación operada por intercesión de don Bosco. Sor María Josefina Massimi, religiosa agustina del monasterio de Santa Lucía de Selci, enferma de úlceras en el píloro, estaba ya en fin de vida. El confesor le aconsejó una novena a don Bosco y le entregó una reliquia del Siervo de Dios. Durante el curso de la novena la religiosa empeoraba en vez de mejorar, y se agotaban en ella, a ojos vistas, los últimos resortes de la vida. Pero no disminuía su confianza; tanto es así que, terminada la novena, empezó otra. íPeor que peor! La muerte parecía inminente. El quinto día, quince de mayo, vio en sueños a don Bosco, el cual le decía: -Aquí estoy yo para anunciarte la gracia. Ten paciencia. Sufre un poco más todavía. El domingo tendrás la gracia. Faltaban cuatro días enteros para el domingo. El viernes, día dieciocho, tuvo un nuevo sueño: don Bosco le llevaba el hábito negro, que las monjas suelen ponerse en los días festivos y le renovó la promesa. El sábado por la tarde todo hacía temer que se trataba de meras ilusiones; pero, al día siguiente, mientras el confesor se disponía a administrarle la Extremaunción, hubo un cambio repentino. Vínole un estremecimiento de los pies a la cabeza y, en un santiamén, sintió que volvía de la muerte a la vida. Diez días más tarde estaba tan buena que pudo escribir una relación detallada de lo acontecido.(**Es19.85**))
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