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((**Es19.36**) obras, si ya sabíais que mi primera palabra debía ser ciertamente para hablar de vuestras obras, pero regando con lágrimas vuestro sepulcro? >>Por qué ((**It19.31**)) no me dijisteis que vuestro abrazo de despedida era hasta la eternidad, y que vuestra bendición era la última en este mundo?>>. Y recorriendo la vida de don Bosco, le señaló como al más grande héroe de la caridad del siglo XIX. Hacia el final 1 describió con vivos colores su primer encuentro con don Bosco: <>. Después de recordar con débil voz los últimos instantes del moribundo y aludir deprisa al triunfo de su entierro, dirigióse a sus hijos, especialmente a los de América, animándoles a caminar con valor sobre las huellas de su fundador en la misión de educar cristianamente a los hijos del pueblo. Esta excursión a saltos, tras las más inmediatas reacciones de la muerte de don Bosco en el mundo, basta para documentar hasta dónde llegaba la opinión universal en torno a la grandeza del hombre y a la santidad del Siervo de Dios. Su nombre asumía en la Iglesia el valor de una apología. Ya en el Congreso Eucarístico de Amberes, en agosto de 1890, hubo un orador que aconsejaba responder a quien dijere que en el siglo XIX no eran posibles los prodigios de sacerdotes como en otros tiempos: -Acordaos de don Bosco. 1 Pág. 72. Las palabras de la carta de don Bosco citadas más arriba, las refiere don Ramón Jara en la pág. 99.(**Es19.36**))
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