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((**Es19.34**) y Chile se ilusionaron todavía, durante un mes, con la creencia de que seguía mejorando, como habían leído a fines de enero en una carta salida de Turín en la primera mitad del mes. Es verdad que algunos Obispos y distinguidos personajes, de acuerdo con los periódicos, dieron el pésame enseguida a los Superiores de los distintos lugares; pero los Hermanos que, por las razones expuestas en el volumen anterior, no habían recibido ninguna comunicación oficial, vivían tranquilos, persuadidos de que el anuncio de la prensa local no hacía más que repetir una patraña divulgada ya otras veces con anterioridad. Finalmente, a primeros de marzo, llegáronles cartas de Turín con la dolorosa certeza de la gran desgracia. En Brasil, por el contrario, como encontrara el Arzobispo de Río de Janeiro la misma incredulidad en los Salesianos de su diócesis, provocó un telegrama de monseñor Cagliero el ocho de febrero, por el cual supieron la verdad 1. Sin embargo, después de las primeras noticias, ((**It19.29**)) ya había escrito a Niterói una carta que era, a la vez, de pésame y de parabién. El ya contemplaba a don Bosco entre los habitantes celestiales 2. Pero no se limitó solamente a esto. Sabemos que su corazón estaba inflamado de afecto hacia don Bosco. En su día fue a los Salesianos para presidir la misa de réquiem y pronunciar la oración fúnebre. Duró ésta dos horas y cuarto. Con la facundia que le era natural, llegó en algunos momentos, impulsado por el amor y el dolor, a las alturas de la elocuencia, hasta llorar varias veces y hacer llorar. El auditorio, como prendido por irresistible encanto, estuvo allí sin moverse, oyéndole del principio al fin sin la menor muestra de cansancio y hastío. Con el tema de omnibus omnia factus, hizo ver cómo don Bosco había sabido responder a todas las nuevas exigencias y necesidades de su siglo. En la capital de Uruguay quiso el obispo Yeregui que no se ahorrase nada para que don Bosco fuese dignamente conmemorado en su catedral. Tenía él un alto concepto del Siervo de Dios, como lo manifiesta en su carta a don Miguel Rúa, escrita cuando allí corría como cierta la noticia de la muerte 3. El Arzobispo de Buenos Aires, que nunca había olvidado los días pasados con don Bosco en Italia, no podía resignarse a llorar su muerte, pues él también le consideraba coronado ya de gloria en el cielo, 1 Mons. Lacerda a Mons. Cagliero: Notizie Bosco. Vescovo. Respuesta: Bosco morto. Cagliero. 2 Apénd., Doc. 3. 3 Apénd., Doc. 4. El texto original aparece en el Boletín español, mayo de 1888.(**Es19.34**))
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