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((**Es19.315**) de aquí saldrá mi gloria se cumple en proporciones que seguramente el mismo don Bosco no pudo imaginar. Hablarán también de este cincuentenario dos obras, que se quiso comenzaran con él. La primera en I Becchi. El abogado Pedro Bernardi, que, viviendo modestamente en ((**It19.382**)) El Cairo, había guardado todos sus ahorros, deseaba que a su muerte sirvieran para hacer el bien. Con esta intención nombró su heredero al Instituto salesiano de las Misiones. Cuando este generoso bienhechor pasó a la eternidad, don Pedro Ricaldone pensó cumplir sus deseos, determinando levantar un orfanato junto a la humilde casita de Aquel que, huérfano de padre en ternísima edad y peregrino después por las alquerías del contorno en busca de trabajo y de pan, se había ido formando en la escuela del dolor, de la pobreza y del sufrimiento para llegar a ser un día en el mundo el Padre de los huérfanos. Hizo, pues, preparar rápidamente los planos de un amplio edificio y el cuarto sucesor de don Bosco dispuso que se colocara la primera piedra poco después de las fiestas descritas de Turín. La ceremonia tuvo lugar el día veintiséis de junio. El Cardenal Arzobispo bendijo la piedra y echó la primera paletada de cal. Hubo una circunstancia especial que solemnizó extraordinariamente el rito litúrgico. Se acababa de abrir el decimoquinto Capítulo General de la Sociedad Salesiana e hicieron corona a Su Eminencia y al Capítulo Superior los cuarenta y ocho Inspectores con sus delegados. El orfanato, asociando al nombre del insigne bienhechor el de su ilustre sobrino barnabita, se llamaría Instituto Bernardi-Semería. íUna curiosidad! Había un sueño de don Bosco, que parecía guardar relación con la obra emprendida en I Becchi en el cincuentenario. Lo habíamos publicado en el primer capítulo del volumen anterior. Don Bosco vio a su madre junto a la fuente, que mana a la izquierda de quien baja de I Becchi por el antiguo sendero hacia el camino de Buttigliera. Mamá Margarita no sabía explicarse cómo había sucedido que una agua siempre purísima brotara entonces muy sucia. Profirió entonces el lamento de Jeremías: Aquam nostram pecunia bibimus. Y acompañó después a su hijo hasta la cima de un collado, que se eleva a poca distancia y desde donde se contempla el vasto panorama, y allí hablaron del mucho bien que ((**It19.383**)) se podría hacer en aquellas tierras que se veían. Entonces se despertó don Bosco. Y, contando posteriormente el sueño a don Juan Bta. Lemoyne y a algún otro, observó: -El lugar a donde me llevó mi madre es muy a propósito para una obra, porque es como el centro de muchas aldeas faltas de iglesia. (**Es19.315**))
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