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((**Es19.304**) A continuación se puso la estola Su Eminencia y bendijo la estatua según el ritual. Otros hermosos cantos pusieron fin al breve rito; pero el himno más bonito brotaba de aquellos corazones juveniles que latían a la vista de su padre elevado a tan alta gloria. La ceremonia se desenvolvió con tal rapidez que, cuando la campana de San Pedro tocó al Angelus, todo había acabado. La hornacina asignada por el Papa a don Bosco puede muy bien decirse que es un sitio de honor; en efecto, no hay ninguna otra en un lugar tan distinguido. La estatua se levanta allí sobre la de San Pedro y se destaca sobre el medallón en mosaico de Pío IX; don Francisco Tomasetti explicó muy bien lo que ello significa. Los que vivieron en los últimos años del Santo no podían contemplarlo allá arriba sin recordar un sueño suyo, que le oyeron contar siendo niños. Le había parecido hallarse precisamente dentro de aquella hornacina sin saber cómo había sucedido aquello. ((**It19.368**)) Espantado miraba alrededor para pedir socorro; pero, reinaba un profundo silencio bajo las bóvedas del templo. Dio entonces un grito, y con la angustia se despertó. íQuién sabe cuántas veces, al visitar San Pedro, se había él acercado a la estatua de bronce del Apóstol, había besado su pie, y había acercado, como suele hacerse, la frente hasta tocarlo como signo de humildad y fiel sumisión al Vicario de Jesucristo! Nadie, y él menos aún, habría imaginado entonces qué arcano podía esconderse bajo el velo del extraño sueño. (**Es19.304**))
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