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((**Es19.303**) con permiso del Cardenal y a una señal del maestro de ceremonias, levantaron el velo que cubría la hornacina. Las aclamaciones entusiastas de más de veinte mil personas saludaron la aparición del amado Santo. Cuando cesó la calurosa manifestación, el Procurador General, don Francisco Tomasetti, leyó un discursito, en nombre del Rector Mayor ausente, comentando así el hecho. Eminencia Reverendísima: Por tres cosas se consideran felices los Salesianos en el momento en que San Juan Bosco ocupa un lugar entre los grandes Fundadores religiosos, que inmortalizados en el mármol, llegan de cuando en cuanto a aumentar el esplendor del máximo templo de la Cristiandad. Celebran que le haya correspondido a Vuestra Eminencia el ministerio de inaugurar con la bendición del Cielo el monumento de su Padre, porque veneran en la persona de Vuestra Eminencia al Cardenal Protector de su Congregación. Es, además, motivo de inefable alegría que la benignidad del Padre Santo se haya dignado asignar a don Bosco un lugar tan visible en la Basílica. El ojo del espectador es llevado hasta la hornacina que lo presenta a su mirada, ascendiendo por dos sucesivas visiones: al pie de la columna está la majestad del Príncipe de los Apóstoles, y en el centro la luminosa figura del Angélico Pío IX: San Pedro, cuya vida narró don Bosco al pueblo con ardorosa fe, candoroso y edificante estilo y Pío IX, que amó paternalmente al Santo y que fue filialmente correspondido. Un tercer motivo de alegría se añade a los dos anteriores, y es que el escultor, con el insuperable magisterio de su arte haya colocado la imagen de don Bosco en la actitud que más se conformaba con la naturaleza de su apostolado. Está ahí, apretando con afecto a la juventud de los países civilizados y de las tierras de misión y, señalando el altar de la Confesión, la empuja en esa dirección como diciéndola: <>. En tiempos hostiles al Papado, él conservó la fidelidad al ((**It19.367**)) Vicario de Jesucristo, en quien señalaba al maestro, al guía, al bienhechor de la humanidad. Ante el espectáculo que contemplamos, no puedo dejar de advertir una cosa. Don Bosco tuvo un gran sueño durante toda su vida: anheló siempre, para bien de las almas y grandeza de su Patria, la feliz unión entre el Reino de Italia y la Santa Sede Apostólica, en virtud de la cual, ahora, por voluntad de quien rige los destinos de la Nación, S. E. el Ministro de Educación Nacional dispuso que la juventud estudiantil de Roma, representando a toda la juventud italiana y extranjera, se reuniese aquí para rendir homenaje al Santo Educador. Sean dadas vivísimas gracias a Su Eminencia el cardenal Salotti y a los Excelentísimos Representantes de todas las Naciones ante la Santa Sede, por haber querido hacer más solemne esta ceremonia con su presencia, como para testimoniar la universalidad de la misión de don Bosco en el mundo. Las gracias muy especiales también a las Congregaciones Religiosas que, con fraternal solidaridad, han participado en la fiesta de la humilde Congregación Salesiana. Consagre ahora la bendición de Vuestra Eminencia todos estos motivos de alegría, impetrando del Cielo que el recuerdo de tan fausto suceso viva perennemente en la memoria de los presentes y pase salutíferamente a las futuras generaciones. (**Es19.303**))
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