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((**Es19.293**) Ricaldone la bendijo; a continuación la maestra turinesa Herminia Vanzaghi-Brunetti subió los escalones de la vieja escalerita de madera, arrimada a la pared, que conduce a la habitación donde nació don Bosco y que tantas veces había crujido bajo los pies de su madre. Desde el último escalón se volvió y dirigió unas hermosas palabras a las madres presentes y para las madres lejanas. En aquel lugar florecieron, llenos de vida y de color, recuerdos de episodios y conversaciones, cuya memoria parecía conservada entre aquellas paredes desnudas que los repetían como un eco lejano. La emoción arrancó muchas veces las lágrimas a los oyentes, y no solamente a ellas. Mientras tanto habían comenzado los así llamados triduos litúrgicos. Estos triduos se pueden celebrar dentro de la fecha de una canonización en todas las diócesis del mundo, previa petición de los respectivos Ordinarios a la Sagrada Congregación de Ritos. Los Boletines salesianos de las distintas lenguas publicaron ((**It19.354**)) durante varios meses seguidos muchas relaciones de los más importantes. No hubo en Italia, por así decir, una parroquia ni una diócesis en el mundo católico, donde no se celebrasen tales triduos. Es increíble, no solamente el fervor popular que los acompañaba, sino también la abundancia de frutos espirituales que producían. Las predicaciones, conferencias, discursos de hombres muy calificados, las procesiones, intervenciones de Obispos y de autoridades civiles, artículos de periódicos y revistas, las publicaciones extraordinarias que se hicieron, produjeron verdaderas renovaciones de vida cristiana con centenares y millares de comuniones. La resonancia del nombre de don Bosco sacudió también al mundo intelectual, de tal modo que hubo escritores famosos en diversas naciones que escribieron abundantemente sobre el Hombre y sus obras; hasta en checo y en árabe aparecieron abundantes biografías del Santo. En Italia sobresalió la capital lombarda. Dejando de lado toda una serie de manifestaciones aisladas, nos referiremos a dos muy importantes. La noche del veinticinco de abril, la flor y nata de Milán abarrotó, como nunca, el salón principal del Conservatorio, para asistir a la conmemoración de don Bosco, hecha por Carlos Delcroix, gran mutilado de guerra, diputado en el Parlamento y Presidente de la Asociación Nacional de Mutilados. Había perdido en el frente los dos ojos y ambos antebrazos; pero conservaba la inteligencia llena de vida y un espíritu elevadísimo. En presencia del Conde de Turín, de las primeras autoridades y de varios Obispos ensalzó al Santo con un afecto que palpitaba en toda su persona y con una fuerza de persuasión (**Es19.293**))
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