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((**Es19.292**) debajo de la escalera y a veces pasar hambre, porque así tenía la posibilidad de asistir a clase, comprarse libros y resolver las más apremiantes necesidades. Estando allí, fue cuando algunos de sus condiscípulos, enterados de su penuria y compadecidos del amigo, le llevaban algo de lo poco que podían, para suplir de cuando en cuando la escasez de su manutención. Ha llegado hasta nosotros especialmente el nombre de José Blanchard, hijo de una vendedora de frutas, el cual más a menudo que los otros, y con permiso de su madre, le llevaba algo con que aplacar el hambre. Pues bien, aquel café todavía existe y vive todavía el hijo de aquel Blanchard, a quien don Bosco manifestó su imborrable agradecimiento hasta los últimos días de su vida 1. Pareció, por tanto, oportuno consagrar con un recuerdo estable la memoria de su estancia en un lugar, testimonio de tan heroicas virtudes. Pagaron los gastos los señores Caredda, colocando en la casa una lápida que fue bendecida el día veintidós, por el Arcipreste de Chieri, en presencia de todos los Superiores del Oratorio. Don Pedro Ricaldone ilustró, ante los vecinos que acudieron, el contenido de la inscripción, que decía: <((**It19.353**)) le guardó profundo agradecimiento. En el año de la canonización -y del centenario de la gran caridad- para ejemplo de la juventud de Chieri, los Cooperadores Salesianos -y los admiradores de San Juan Bosco- colocaron esta lápida-.22 de abril de 1934>>. Desde allí, Superiores, Salesianos y Cooperadores se trasladaron corriendo a I Becchi. Allí estaban reunidas muchas madres de sacerdotes y de clérigos. El Consejo Diocesano de Señoras de Acción Católica las había llevado en peregrinación a la casita de don Bosco para conmemorar a la que había plasmado el corazón de un hijo destinado a brillar en el cielo de la Iglesia como espléndido astro de santidad sacerdotal. Convenía, como más tarde dijo la que tejió los elogios de Mamá Margarita, que las madres cristianas glorificaran a aquella madre que, sin conocer el abecé, sabía de memoria todo el catecismo y se lo había enseñado a sus hijos con la palabra y el ejemplo, colaborando a la formación de un Santo. Se descubrió una lápida mural en la rústica pared de la casa, con el retrato de Mamá Margarita. Don Pedro 1 Memorias Biográficas, vol. I, pág. 242. (**Es19.292**))
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