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((**Es19.289**) familia salesiana por el <>. Recordó las palabras que don Bosco moribundo dejó como herencia a sus hijos, encargándoles devoción, afecto y fidelidad al Vicario de Jesucristo. Por último leyó un telegrama que acababa de recibir. Era la respuesta al mensaje enviado al Papa el domingo anterior, después del triunfo del Santo. Decía en él, en nombre del Pontífice, el cardenal Pacelli: <>. Apenas había acabado la ceremonia de homenaje al Papa, cuando las campanas de María Auxiliadora invitaban a los fieles a otra ceremonia muy interesante: la colocación de la primera piedra del altar a San Juan Bosco. La iglesia que había visto en aquellos días tantas autoridades eclesiásticas, civiles y militares y tantísima gente del pueblo, se encontraba ((**It19.349**)) abarrotada de un público multiforme, desde el más humilde obrero hasta el más alto magistrado. En la capilla de San Pedro, donde estaba expuesta la urna del Santo, se elevaba un gigantesco trípode cubierto de terciopelo carmesí, en cuyo centro pendía, sostenido por cadenas, un grueso cubo de mármol con una cruz grabada en todas sus caras. Después del canto solemne del Magnificat subió al púlpito el Obispo de Parma, Mons. Colli, natural de las tierras del Santo. Su alocución, transmitida por los altavoces a la multitud que llenaba la plaza y los patios, estuvo tan bien concebida y expresada, que merece ser transcrita totalmente. Bendecida por Dios, con los besos cariñosos de sus hijos, y el reconocimiento de Italia, de la Iglesia y de todo el mundo, baja a la tierra esta piedra, que es una piedra miliar en la vía del imperio y de los triunfos de don Bosco; una piedra remate de un gran pasado y principio de un gran porvenir; una piedra que ensambla el altar de don Bosco con la Basílica de María Auxiliadora y ensancha su espacio a la Auxiliadora que siempre apoyó a don Bosco y a la Auxiliadora cuyo culto siempre ensanchó. Baja esta piedra a la profundidad de la tierra para que pueda ensancharse el edificio, como trabajó don Bosco siempre en profundidad y por eso alcanzó su Obra una extensión mundial; desciende esta piedra buscando la roca viva, que es Pedro y que es Cristo, como siempre estuvo unida la Obra Salesiana a Cristo y a Pedro. Hace noventa años, presentaba María a don Bosco la futura Basílica en este mismo lugar, en un sueño profético, y le decía: -He aquí mi casa; de aquí saldrá mi gloria. -Hoy toma de nuevo la palabra María y le dice al nuevo Santo: -He aquí también tu casa; de aquí saldrá también tu gloria. <(**Es19.289**))
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