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((**Es19.238**) dudo en afirmar que debemos buscar este secreto en su constante correspondencia a la Gracia. Desde pequeño manifestó una sensibilidad exquisita a los influjos sobrenaturales que le impelían a la oración y a los sacramentos, a la fuga del pecado, a socorrer espiritual y materialmente al prójimo; durante el tiempo de los estudios tuvo su corazón desprendido de las cosas de la tierra y totalmente dirigido a secundar las inspiraciones que ciertamente no procedían de la carne y de la sangre; en las variadísimas circunstancias de su ministerio sacerdotal, y en las múltiples empresas al servicio de la Iglesia y de las almas miró constantemente hacia arriba al Padre de las luces y Dador de todo don perfecto, sin importarle más que obedecer a los supremos impulsos. Había en él un cuidado asiduo para no dejar caer en vano la más mínima gracia de Dios. He ahí un punto que merece reclamar toda nuestra atención ante la santidad de don Bosco glorificada. La vocación a la vida cristiana ha sido para nosotros una gracia grande, gracia destinada a ser continuada por una cadena de muchísimas más, pero subordinadamente a la fidelidad de nuestra correspondencia. No dejemos caer en vano la gracia de Dios: éste será el fruto más precioso de tan gran fiesta. (**Es19.238**))
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