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((**Es19.204**) a los abandonados. Había intuido con su perspicacia lo muy útil que sería este medio para preservar a toda la sociedad de la ruina que la amenazaba, y dirigió a este plan los esfuerzos de su noble corazón, con tan felices resultados, que hoy ocupa, sin lugar a dudas, el primer lugar entre los educadores cristianos contemporáneos. No hubo dificultades, ni persecuciones que llegaran nunca a apartarle de tan inmenso trabajo, pues era ilimitada su caridad con los jóvenes que estaban en peligro y muy firme su propósito de llevar a Cristo la juventud. Sabía atraerse a los muchachos con sus buenos modales, doquiera los encontrase abandonados por la calle, y, con toda caridad y dulzura, lleno del espíritu de San Francisco de Sales y de San Felipe Neri, se los ganaba y los mantenía alegres con diversiones, de forma que acudían a él en gran número de todas partes, como al mejor de los padres. Pero esta su divina caridad con ellos iba unida a una ((**It19.242**)) tan gran prudencia sobrenatural, que llegó a la perfección en el método de educar, marcando a la pedagogía una norma que es de las mejores y más seguras. El mismo nombre de Oratorio, que dio a su institución, nos manifiesta sobre qué base construía él su edificio, que no es otro más que la doctrina y la piedad cristiana, sin la cual es inútil todo experimento, para arrancar de la viciosas pasiones el corazón de los jóvenes y levantarlos a más nobles ideales. Mas, para esto empleaba él tanta dulzura que los jóvenes bebían y amaban la piedad casi espontáneamente, no movidos por la obligación, sino por un verdadero sentimiento; y, una vez que se había ganado su cariño, los llevaba después sin ninguna dificultad al bien. Su gran principio era que para corregir a los jóvenes es mejor prevenir que reprimir; y, aunque este método es más difícil, también es más eficaz para lograr adquirir buenas costumbres. Y los hechos dicen claramente los frutos que él ha recogido con este sistema; jóvenes hubo, guiados por este método, que llegaron a la perfección de la vida cristiana y hasta a la práctica heroica de las virtudes. Los Oratorios Salesianos, multiplicados maravillosamente aun durante su vida en medio de dificultades sin fin, se encuentran hoy muy esparcidos por todo el mundo, y en ellos son conducidas a Cristo innumerables almas. Con el fin de perpetuar la existencia de los mismos y proveer de este modo más eficazmente a la educación juvenil, animado por el Beato José Cafasso, y por el Papa Pío IX, de santa memoria, fundó la Pía Sociedad de S. Francisco de Sales y, algún tiempo después, el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Hoy en día tienen las dos familias en conjunto cerca de mil quinientas casas y casi veinte mil socios esparcidos por todo el mundo, con millares y millares de jóvenes de ambos sexos, que reciben de ellos formación literaria y profesional; y todavía más, sus hijos y sus hijas se someten generosamente a la asistencia de los enfermos y de los leprosos y hasta hay algunos de ellos que contrajeron esta enfermedad y sucumbieron víctimas de su caridad, ícomo dignos hijos de tan gran Padre! Tampoco se debe pasar por alto la institución de los Cooperadores, una asociación de fieles, en su mayoría seglares, los cuales, animados por el espíritu de la Sociedad Salesiana y, como ella, están dispuestos a toda obra de caridad, tienen por fin prestar, de acuerdo con las circunstancias, válido apoyo a los párrocos, a los Obispos, y al mismo Sumo Pontífice. Como un notable primer ensayo de Acción Católica, la Asociación fue aprobada por Pío IX y, todavía en vida del Beato Juan, los Cooperadores llegaron a los ochenta mil. Pero el celo por las almas, que ardía en su pecho, no pudo quedarse encerrado dentro de los límites de las naciones católicas, y así, alargando los horizontes de su (**Es19.204**))
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