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((**Es19.183**) camino y que, rehaciendo este camino con su espíritu, siempre se podrán alcanzar las mismas metas. Y aún bajo otro punto de vista encontramos en el jovencito Discípulo los fúlgidos rasgos de la fisonomía paterna del Maestro. La vida del Beato don Bosco fue vida de unión con Dios, vida de celo apostólico, vida de total inmolación. Ahora es para nosotros tema de edificante emoción enaltecer en el pequeño Domingo un gran espíritu de oración habitual, un hábil esmero para apartar del mal o hacer avanzar en el bien a sus compañeros, y no solamente a ellos, una generosidad tan invencible para sufrir dificultades y molestias y hasta malos tratos, con tal de promover la gloria de Dios, luchando contra el pecado y alejando el escándalo. íQué maravillosamente resume el contenido de una vida tan corta y sin embargo tan fecunda, el programa encerrado en las palabras: Oración, Acción, Sacrificio, que Vuestra Santidad no se cansa de repetir a todos los seglares que quieren poner sus fuerzas al servicio de la Jerarquía Eclesiástica! Siempre nos hemos considerado afortunados por haber podido, desde los primeros años de la ((**It19.216**)) juventud, conocer y apreciar las virtudes y ejemplos de Domingo Savio, hasta de los mismos labios de quien había sido su maestro o compañero durante los años de su permanencia en el Oratorio; todos estaban de acuerdo en proclamarlo modelo esclarecido de virtud; pero hoy nuestro gozo es completo al ver consagrada nuestra admiración con la augusta palabra de Vuestra Santidad. Permitid, Beatísimo Padre, que en una circunstancia tan solemne y querida para nosotros, mientras me cabe el honor de poner a los pies de Vuestra Santidad, en nombre de todos los Salesianos, el más devoto agradecimiento por el señalado favor, pida poder formular la promesa de que nosotros nos mantendremos cada día más aferrados a este glorioso modelo de fidelidad en el seguimiento de las normas de nuestro Beato Fundador, con la consoladora certidumbre de que, siguiendo sus huellas, caminamos seguros por las sendas trazadas por mano del Vicario de Jesucristo. Con estos sentimientos me postro implorando para todos los Salesianos, sus alumnos, cooperadores, exalumnos y sobre la familia de las Hijas de María Auxiliadora la Bendición Apostólica. El Papa, que siguió con visible atención la lectura, recogióse un instante en sí mismo y pronunció este discurso: Vuelve, queridísimos hijos, vuelve hasta nosotros y precisamente en este lugar, la gran figura del Beato don Bosco, casi acompañando y presentando en persona y de su mano, a su pequeño, o mejor gran alumno, el Venerable Domingo Savio. Y Nos parece volver a ver al gran Siervo de Dios, lo mismo que lo vimos -gran favor éste, que colocamos entre todos los que la divina Bondad Nos ha generosamente concedido- lo mismo que lo vimos, en medio de sus alumnos y de sus colaboradores. Y es verdaderamente admirable en los designios de Dios, en los designios, en los preludios de la Divina Providencia; es verdaderamente admirable este retorno del Beato don Bosco, con este fruto, de los primeros, de los más bellos, el más bello de los primeros, puede decirse, el más exquisito de su obra educativa, de su obra apostólica, porque toda su vida, toda su obra fue siempre un apostolado. El, en efecto, llenó con el espíritu de apostolado toda su existencia, ya empapada en el espíritu que concisa y totalmente expresaba con aquellas sus palabras, aquella que fue su verdadera palabra (**Es19.183**))
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