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((**Es19.138**) mientras el Papa pasaba dando a besar la mano. Entró después en el aula Consistorial, donde estaban reunidos los muchachos. El Padre Santo desfiló también ante ellos y agradeció la ofrenda de varios volúmenes artísticamente encuadernados, que trataban de los distintos métodos seguidos en las escuelas profesionales salesianas. Estaba entre ellos, además, una publicación de don Rotolo, Director del Oratorio, titulada I soggiorni del Beato Don Bosco a Roma (Las estancias del Beato Don Bosco en Roma). Sentóse el Papa en el trono, y resonó la voz de un jovencito que le dirigió estas palabras: ((**It19.159**)) Beatísimo Padre: Con el alma rebosante de santo entusiasmo hemos llegado a Roma los doscientos cincuenta aquí presentes para representar dignamente a los setecientos alumnos de la Cada Madre de los Salesianos, el Oratorio de San Francisco de Sales de Turín, primera fundación de nuestro querido Padre, el Beato Juan Bosco. Nuestro entusiasmo, alimentado en nosotros durante mucho tiempo, mientras seguíamos con amoroso temor las fases del Proceso Apostólico para la Causa de don Bosco, sobre todo aquellas que debían ser coronadas con la Palabra solemne y tan cordial de Vuestra Santidad, lo presentamos ahora a vuestros pies juntamente con los sentimientos de vivísimo reconocimiento y profunda devoción con que se sienten llenas nuestras almas hoy más que nunca. Queremos rendiros este homenaje, Beatísimo Padre, a Vos que, en la majestad imponente de los Palacios Vaticanos, después de haber tenido, el domingo pasado, la inestimable fortuna de encontrarnos a vuestro paso, en San Pedro, donde con todo el arrebato de nuestros corazones hemos buscado subir hasta Jesús, cuyo Representante en la tierra es Vuestra Santidad, el sincero homenaje de nuestra fe, nuestra filial obediencia y nuestro gran amor. Salimos del Oratorio de Turín con la grata poesía de los recuerdos que resonaban en nuestra alma, sin olvidar que, hace cuarenta y seis años ahora, había sido morada agradable y llena de íntimas y suaves impresiones para Vos, Beatísimo Padre, y que ahora consideráis como una gran fortuna haber alternado confidencialmente en aquella circunstancia con el nuevo Beato. íCuántos recuerdos queridos, ligados al nombre de don Bosco, fidelísimo servidor del Sumo Pontífice y de la Cátedra Romana, Apóstol de la devoción al Papa! El Oratorio que dentro de pocos días volverá a tener en la gloria a su Fundador, repite a todos los hechos maravillosos de que fue testimonio desde sus albores. Ya el año 1847, más de quinientos jóvenes, reunidos en torno a don Bosco, defraudando las expectativas de algunos sectarios mal intencionados, repetían con entusiasmo el grito de íViva el Papa! para demostrar la reverencia que siempre se debe a la dignidad Pontificia. El año 1849, a una invitación de don Bosco, los muchachos del Oratorio, juzgando que era una suerte poder dar muestras de veneración a la Cabeza de la Iglesia, priváronse casi de lo necesario e hicieron una colecta que alcanzó las treinta y tres liras. Fueron enviadas al Obolo de San Pedro para aliviar la augusta pobreza de Pío IX, desterrado en Gaeta. Y llegaron al Papa juntamente con los sentimientos de tierna devoción con los que iban acompañadas. El Pontífice experimentó, en medio de sus dolores, una suave emoción ante la afectuosa y sencilla (**Es19.138**))
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