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((**Es19.117**) Durante tres días se volcaron sobre Roma millares de peregrinos. Las dos familias mundiales del nuevo Beato enviaban representaciones de todas las naciones, la una con sus obispos, sus sacerdotes y sus alumnos, y la otra con sus monjas y sus alumnas. Los Directores diocesanos de los Cooperadores también habían organizado peregrinaciones con los miembros de la Pía Unión. El colegio del Sagrado Corazón se había convertido en un puerto de mar. A él iban, como a lugar de encuentro y punto de orientación, los recién llegados. El Inspector don Juan Simonetti y el Director don Luis Colombo, previendo el extraordinario concurso, habían sabido preparar a tiempo todo lo que parecía podían exigir las circunstancias. En consecuencia, habían organizado una Comisión de exalumnos, la cual se dedicó con verdadera diligencia a asegurar los convenientes alojamientos, atender la correspondencia, resolver las gestiones de todo género; por ello se mantenía en sesión permanente para satisfacer todas las peticiones. En el Colegio ((**It19.133**)) se recibía solemnemente a los grupos diocesanos de Italia y de los nacionales del extranjero. Resultaban singularmente simpáticas las recepciones de los colegios y oratorios salesianos. Llegaron éstas hasta treinta y dos, cinco de las cuales con su propia banda de música. Ellas ocasionaban fraternales manifestaciones de alegría con los alumnos del Colegio, manifestaciones que fueron más vivas cuando llegaron los doscientos cincuenta muchachos del Oratorio de Turín, representantes de la Casa que fue cuna y centro de la Obra de don Bosco. Muchísimas familias romanas se tuvieron por muy honradas ofreciendo cortés hospedaje a Prelados y otras personas de respeto ante la más simple invitación. Por el patio y los pórticos del Colegio se mezclaban fraternalmente con los italianos los peregrinos franceses, ingleses, polacos, españoles, americanos, bajo el gran nombre de don Bosco. La víspera de la beatificación dignóse el Padre Santo honrar a la peregrinación piamontesa recibiéndola en audiencia especial. Casi fueron las primeras vísperas de la fiesta. Eran más de tres mil los paisanos de don Bosco que, aquella tarde del primero de junio, subieron la escalinata del Vaticano y se colocaron a lo largo de la primera galería, en las salas Ducal y Borgia y el aula de la Bendición. Estaban allí el Obispo Auxiliar de Turín, monseñor Pinardi, y los Ordinarios Spandre de Asti, Filippello de Ivrea, Rossi de Susa, Travaini de Cúneo y Fossano. Seguíanles trescientos sacerdotes y distinguidos señores de la aristocracia piamontesa; después todo el grupo de peregrinos. Descendió el Padre Santo de sus apartamentos, acompañado por (**Es19.117**))
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