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((**Es19.112**) sobre una camita de terciopelo carmesí con franjas de oro, donativo de la familia Boggio. Pero, como el trabajo de vestirlo era largo y ya se estaba en el veintitrés de mayo, pareció oportuno suspenderlo unos días, hasta que pasara la fiesta de María Auxiliadora. ((**It19.126**)) La circunstancia de la fiesta, que condujo aquel año a Valdocco una multitud superior a la acostumbrada, aumentó también extraordinariamente la afluencia a Valsálice. La víspera hubo seis sacerdotes y dos religiosas, desde las ocho de la mañana hasta la una de la tarde, tomando en manos de los visitantes rosarios, medallas, crucifijos y prendas de vestir, para tocar el cuerpo del Beato y devolverlas. Poco después pudieron visitarlo los profesores y alumnos del Colegio. íCon qué efusión besaban ellos su mano y su cabeza! Aleteaba por el salón un espíritu sagrado, que infundía recogimiento e inducía a meditar. Una gran cantidad de flores adornaba y perfumaba el ambiente; numerosas coronas variadísimas circundaban los sagrados restos. Esta visita ocasionó que se corriese la voz de que los restos de don Bosco o, como más sencillamente se decía, que don Bosco estaba visible. La noticia corrió por las colinas de los alrededores y los campesinos bajaron en grupos desde sus alquerías; corrióse también por la ciudad, y empezaron a llegar automóviles, que, abriéndose paso entre la multitud, penetraban en el patio o se paraban en cola a lo largo de la carretera. Al atardecer, llegó a ser tan grande la multitud que tuvieron que intervenir los guardias municipales del puesto vecino para organizar el movimiento. Los Superiores Salesianos, impresionados ante aquel sincero y fervoroso entusiasmo, decidieron satisfacer los comunes deseos, y empezó el desfile. En aquella compacta mezcla de personas de toda clase sucedíanse manifestaciones de piedad que arrancaban las lágrimas. El día solemne de la fiesta de María Auxiliadora no cesó ni un momento el concurso de visitantes, desde las primeras horas de la mañana hasta muy avanzada la tarde; un cálculo aproximado elevó a veinte mil el número de visitantes. El Ecónomo General, don Fidel Giraudi, que superdirigía todas las actividades de Valsálice en aquellos días, al ver tanta muchedumbre deseosa de venerar las reliquias del Beato, no tuvo corazón para despedirla sin darla gusto; así que organizó un servicio de orden y, con la autorización de los responsables de la tutela canónica, volvió a abrir por algún tiempo ((**It19.127**)) las puertas del salón, que parecía transformado en un invernadero de flores olorosas. Cuando Dios quiso, se realizó el acto de colocar al esqueleto las vestiduras. Pusiéronle todos los ornamentos sacerdotales del altar. (**Es19.112**))
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