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((**Es19.105**) 1888; cuándo y cómo, y si, después de las eventuales remociones, habían sido restituidos al mismo lugar. Su testimonio, fundado en el conocimiento directo y personal de la causa, tendía a evitar cualquier duda sobre la identidad de los mismos restos. Se presentaron, además, como testes instrumentarii, destinados a declarar como testigos la normalidad de los hechos, el Ecónomo general de los Salesianos, don Fidel Giraudi, y el sacerdote salesiano don Alberto De Agostini 1, los cuales a su vez juraron cumplir fielmente su encargo. Finalmente, con el consentimiento del Promotor de la Fe, se designaron dos Hijas de María Auxiliadora como ayudantes para la extracción y recomposición de los venerados despojos; también a ellas se les pidió el juramento de querer cumplir exactamente el propio deber. Terminadas estas diligencias preliminares y extendida el acta, Su Eminencia, junto con el Promotor de la Fe y los antes dichos, salió del aula y se dirigió a la cripta sepulcral. Allí les esperaban las autoridades e invitados. Sobresalía por encima de todos la alta y distinguida figura del Conde Thaon de Revel, alcalde de Turín. Le hacían corona el Conde Rebaudengo, Presidente general de los Cooperadores Salesianos, los representantes del Clero, del Secretario Federal, de la Magistratura y de las comisiones civiles, con bastantes médicos. Las Superioras de las Hijas de María Auxiliadora formaban grupo aparte. A los lados de la tumba formaban en hilera los primeros Superiores Salesianos, con el Rector Mayor don Felipe Rinaldi a la cabeza. En el patio estaban formados muchos Salesianos, los estudiantes universitarios del colegio ((**It19.118**)) y alumnos de otros colegios. Aunque no se había hecho ninguna publicidad del acto, la noticia había corrido y un discreto número de público había logrado introducirse. Cuando llegó el Cardenal con su séquito, ya monseñor Salotti había ordenado que se quitara, ante sus ojos, la monumental lápida que adornaba el nicho, de manera que fue labor de pocos instantes romper la pared posterior y dejar al descubierto el ataúd allí encerrado. Con el más religioso silencio y general emoción, fue sacado fuera con una ligera y rápida maniobra y colocado sobre una mesa, donde todos lo podían ver. Siguiendo el ejemplo del Rector Mayor, el Cardenal, el Alcalde y los personajes más ilustres de entre los asistentes, se acercaron e imprimieron en él un beso de reverente y afectuosa admiración. Inmediatamente seis sacerdotes salesianos, revestidos de roquete, 1 Era, a la sazón, catequista del Colegio de Valsálice. (N. del T.). (**Es19.105**))
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