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((**Es18.79**) mientras don Miguel Rúa y Carlos Viglietti le sostenían por el brazo, y conversando afablemente con la Superiora, Madre de Bofarull. La sección de las alumnas externas, que le esperaba en el jardín, le obsequió con una bonita improvisación, cantando con mucho gusto la canción popular turinesa a Nuestra Señora de la Consolación. Al entrar en el colegio, tomó asiento para descansar un poco. Estaba allí, entre los presentes, la madre de una alumna que, en el breve espacio de dos semanas, había perdido dos hijos. Aprovechando aquel momento, postróse a los pies del Santo, contóle sus desventuras y le suplicó que curase a su hija mayor, retrasada mental que, a pesar de sus catorce años cumplidos, no podía ser admitida a la primera comunión. Don Bosco, enternecido ante el dolor de la pobre señora, llamó a la niña, diole una medalla y, después, extendiendo la mano sobre su cabeza, pronunció en alta voz la fórmula de la bendición y prometió que pediría al Señor la gracia deseada, si hubiera de ser para la mayor gloria de Dios. Volviéndose después a la madre, que se deshacía en lágrimas, le dijo: -Tenga confianza; su hija hará la comunión. Y no añadió más. La predicción se verificó; en efecto, la niña pudo acercarse por fin a la sagrada mesa y, pocos meses después, Dios la llamba a sí. ((**It18.82**)) En medio de la emoción de todos los presentes prosiguió don Bosco su camino hacia la terraza. En el momento de pasar el umbral, se oyeron los acordes de la banda salesiana que alegraba la escena desde el jardín. Acabada la pieza musical, se adelantaron dos alumnas. Una, en nombre de sus compañeras, presentó a don Bosco un generoso donativo en una elegante cartera; la otra le leyó un saludo 1. A continuación, habló don Bosco a todas recomendando la frecuencia de los sacramentos. Después desfilaron, una por una, para recibir la medalla de María Auxiliadora de manos de don Bosco. Entre las internas se encontraba la niña Mercedes S., de ocho años, una linda chiquita, pero coja de nacimiento. Era hija única y íqué no habría dado su padre para que le desapareciera aquel defecto físico! El esperaba este milagro y ella se había preparado con una novena de oraciones. Presentáronsela al Santo para que la bendijera y, cuando supo de qué se trataba, respondió: -No, esto no sería para su bien 2. 1 Viglietti pidió el original y se lo llevó a Turín; pero sólo hemos visto la traducción italiana. (Ap., Doc. núm. 10). 2 Para un caso semejante, ver Vol. XVI, pág. 176.(**Es18.79**))
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