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((**Es18.663**) 82 Las dos últimas circulares de don Bosco A Benemérito Señor: Se lo mucho que V. S. aprecia las obras de caridad y religión, y lo inclinado que naturalmente se siente a promoverlas y sostenerlas. Esto me inspira gran confianza de que tomará en benigna consideración estas pocas líneas y lo que en ellas voy a exponerle. V. S. no ignora que una de las obras más dignas de alabanza y apoyo es la de las misiones entre los infieles. La recomendó el divino Maestro a los Apóstoles y a sus sucesores diciendo: Id por todo el mundo y enseñad a todas las gentes: Euntes in mundum universum... docete omnes gentes; la recomienda la Iglesia católica y la promueve por todos los medios posibles; la recomienda la razón de la fe iluminada; la recomienda la misma naturaleza del corazón humano. La divina conjunción de enseñar y civilizar a todos los pueblos del mundo fue cumplida fielmente en todo tiempo; y se cumple, bajo la sapiente dirección del Romano Pontífice en nuestros días, por centenares y millares de sacerdotes, con una generosidad e intrepidez, que recuerda los primeros años del cristianismo. Mas, a pesar de los numerosos batallones apostólicos esparcidos sobre la faz de la tierra, para llevar la antorcha de la fe y los beneficios del progreso verdadero, sin embargo, hay muchos pueblos faltos todavía de este señaladísimo bien. No conocen las verdades religiosas y están a la vez privados de los beneficios materiales y civiles que éstas aportan al mundo; y por esta falta de instrucción, unos exponen todavía los niños y las niñas al pasto de los animales; otros ofrecen sacrificios humanos a las falsas divinidades; algunos venden a sus semejantes como nosotros vendemos las bestias; y otros, hasta los matan y se alimentan con sus carnes; todos, unos más otros menos, viven y mueren como los brutos. íQué espectáculo más doloroso para quien tiene fe, para quien tiene corazón, para quien tiene sentidos de humanidad! De donde se deduce que las Misiones católicas, destinadas a evangelizar y civilizar a tantas infelices criaturas es una obra merecedora de ((**It18.786**)) las más altas alabanzas; y no hay en nuestros días persona bien nacida que no admire y, pudiendo, no ayude con su protección a esos religiosos y religiosas que abandonan la patria, parientes y amigos y sacrifican comodidades y descanso para convertirse en Apóstoles del Señor, bienhechores y salvadores de las tribus abandonadas todavía a la ignorancia y la barbarie. Esta gloriosa tarea, como V. S. muy bien sabe, también ha sido confiada, desde ya hace doce años, a la Pía Sociedad Salesiana. Los Salesianos, alentados con la bendición del Sumo Pontífice, se han establecido, desde 1875, en varios lugares de América del Sur, no sólo con el fin de conservar en la fe a las poblaciones cristianas, sino principalmente con la intención de ir a las regiones todavía inexploradas, para instruir a los habitantes, agregarlos a la Iglesia y ganarlos a la vez para la sociedad civil. Metidos en esta empresa están hoy en día en el imperio del Brasil, en Uruguay, en la República Argentina, en la República de Chile, y dentro de poco entrarán en la del Ecuador. Todos estos Estados tienen todavía dentro de sus confines numerosas tribus salvajes, esclavas del error, sujetas al imperio de Satanás. En Brasil se cuentan por millones (**Es18.663**))
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