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((**Es18.495**) expresiones de ilimitada confianza en su intercesión, que dolorosas participaciones de pésame. Pero aún hubo algo más. El ocho de febrero, ya comunicaba don Miguel Rúa al Capítulo Superior que el cardenal Parocchi, protector de la Congregación, aconsejaba que se hicieran diligencias ante el cardenal Alimonda, para que, como Arzobispo de Turín, pidiera a la Santa Sede que, derogando las prescripciones eclesiásticas, permitiera que se iniciaran las actas preparatorias del proceso de Beatificación. Así que, apenas había bajado don Bosco a la tumba, ya se le abrían en el mundo los caminos de la grande y verdadera gloria. (**Es18.495**))
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