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((**Es18.494**) Ante todo, os agradezco con el más ardiente afecto del alma, la obediencia que me habéis prestado y lo que habéis trabajado para sostener y propagar nuestra Congregación. Os dejo aquí en la tierra, mas sólo por poco tiempo. Espero que la infinita misericordia de Dios haga que nos podamos encontrar todos un día en la dichosa eternidad. Os recomiendo que no lloréis por mi muerte. Es ésta una deuda que todos debemos pagar, pero después se nos recompensará con largueza todo trabajo realizado por amor de nuestro Maestro, el buen Jesús. En vez de llorar, haced firmes y eficaces propósitos para perseverar firmes en la vocación hasta la muerte. Vigilad y haced que ni el amor del mundo, ni el afecto de los parientes, ni el deseo de una vida más cómoda os muevan al gran disparate de profanar los santos votos y traicionar la profesión religiosa, con la que nos hemos consagrado al Señor. Nadie vuelva a tomar para sí lo que hemos dado a Dios. Si me habéis amado en el pasado, seguid amándome en el porvenir, con la exacta observancia de las Constituciones. Vuestro primer Rector ha muerto, pero nuestro verdadero Superior, Jesucristo, no morirá. El será siempre nuestro Maestro, nuestro Guía, nuestro Modelo; pero recordad también que, a su tiempo, él mismo será nuestro Juez y remunerador de nuestra fidelidad a su servicio. ((**It18.571**)) Vuestro Rector ha muerto, pero será elegido otro 1, que cuidará de vosotros y de vuestra salvación eterna. Escuchadle, amadle y obedecedle. Rezad por él como lo habéis hecho conmigo. Adiós, queridos hijos, adiós. Os espero en el Cielo. Allí hablaremos de Dios, de María, Madre y sostén de nuestra Congregación. Allí bendeciremos eternamente esta nuestra Congregación, que contribuyó poderosa y eficazmente a salvarnos con la observancia de sus reglas. Sit nomen Domini benedictum ex hoc nunc et usque in saeculum. In te, Domine, speravi, non confundar in aeternum. JUAN BOSCO, Pbro. En el mismo testamento, don Bosco había insertado una serie de cartitas para bienhechores y bienhechoras insignes, a fin de que se las enviaran después de su muerte. Don Miguel Rúa separó las destinadas a pesonas que aún vivían en 1888 y las remitió tal y como habían salido de la pluma de don Bosco 2. El precioso recuerdo suscitó en todos un profundo sentimiento de gratitud y veneración. Muy oportunamente escribió entonces Unit… Cattolica que, sobre la tumba de los santos, no se llora, sino que se reza. Al hojear el cúmulo de cartas que recibió don Miguel Rúa, después de la muerte de don Bosco, se encuentran más elogios a la santidad de su vida y 1 Cuando el Santo redactó esta carta, don Miguel Rúa no era todavía Vicario con derecho a sucesión. 2 Apéndice, Doc. núm. 103 A-P. (**Es18.494**))
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