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((**Es18.437**) recitara en voz alta el acto de contrición, que él acompañó con la mente. Después le dijo: -Propagad la devoción a María Santísima en la Tierra del Fuego.íSi supierais cuántas almas quiere ganar para el cielo María Auxiliadora, por medio de los Salesianos! Don Bosco continuaba en sopor. Ya entrada la noche, se despertó más sereno y tranquilo. Pidió beber, pero hubo que negárselo, dados los frecuentes vómitos. Entonces dijo: -Aquam nostram pretio bibimus (Bebemos, pagándola, el agua que es nuestra). Hay que aprender a vivir y a morir. El día treinta, por la mañana, le dijo don Francisco Cerruti, al visitarlo, que la baronesa Cataldi, una de las mayores bienhechoras genovesas, había estado en el hospicio de Sampierdarena para entregar la limosna de cuatrocientas liras y recomendar que se rezase por la curación de don Bosco. Añadió que él se lo había agradecido en su nombre y le había participado que la bendecía desde su lecho de dolor. -Sí, la bendigo, respondió conmovido. El Ecónomo General, don Antonio Sala, que había vuelto a Roma, fue llamado telegráficamente y llegó por la tarde a hora muy avanzada. Apenas lo supo don Bosco, preguntó con ansiedad a don Juan Bautista Lemoyne qué noticias traía. Estas no eran demasiado gratas. Lemoyne, confuso, amañó la respuesta de modo que don Bosco se dispusiera a que el mismo don Antonio Sala se las comunicara. El buen don Bosco siempre había esperado y repetido mil veces que no dejaría a sus hijos deudas; en cambio, seguían gravitando los saldos negativos por las obras de la iglesia del Sagrado Corazón. ((**It18.504**)) Siempre es una humillación para el amor propio de una persona dejar deudas en herencia, cuando uno se marcha de algún sitio o, más aún, de este mundo. Dios permitió que su Siervo cargase también con esta cruz. Don Antonio Sala traía al menos una buena noticia. Al conde Vespignani, arquitecto de la iglesia, de acuerdo con lo convenido del cinco por ciento, se le debían abonar ciento cincuenta mil liras. Era una enorme cantidad para la Congregación, sobre todo en aquellas circunstancias. Don Antonio Sala, pues, le rogó que no se atuviera severamente a su derecho. Dejóle el Conde que determinara el total de sus honorarios. El Ecónomo diole a entender que su propuesta sería muy inferior a lo adeudado. -Diga y veremos, le respondió. Don Antonio Sala propuso que, sin tener en cuenta las cantidades ya desembolsadas, aceptase el saldo de veinte mil liras. (**Es18.437**))
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