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((**Es18.427**) Unos instantes después, entró su confesor y condiscípulo, don Francisco Giacomelli. Permanecieron solos durante unos minutos. Aprovechando el intervalo, varios Superiores, que se habían retirado a la habitación contigua, ((**It18.492**)) recordaban las proféticas palabras de 1885, cuando don Bosco le había dicho a don Francisco Giacomelli, gravemente enfermo: -Estáte tranquilo, no temas. >>No sabes que te tocará a ti asistir a don Bosco en punto de muerte? 1. Su deseo de recibir el Viático lo había manifestado con términos tan resueltos que nadie quiso cargar con la responsabilidad de diferirlo; por eso el veinticuatro por la mañana se hicieron los preparativos para administrárselo. Apenas se lo advirtieron, dijo a don Carlos Viglietti y a don Juan Bonetti: -íAyudadme, ayudadme vosotros a recibir bien a Jesús!... Yo estoy un tanto turbado... In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum! (Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu). La procesión, formada por el clero infantil y por cuantos sacerdotes y clérigos de la casa pudieron tomar parte, salió por la puerta principal de la iglesia y entró por el portón del Oratorio. Don Bosco se emocionó al oír los cánticos; pero, al ver aparecer al Santísimo Sacramento, en manos de monseñor Cagliero, rompió a llorar. Don Bosco, revestido de estola, parecía un ángel. En aquel solemne momento, todos lloraban y muchos sollozaban. Desde aquel instante, pareció que mejoraba notablemente: se acabaron los vómitos, concluyó la respiración afanosa, durmió incluso unas cuantas horas, cosa que no había podido hacer desde bastante tiempo atrás. Antes de mediodía, dijo a don Celestino Durando: -Te encargo que des las gracias, en mi nombre, a los médicos, por todos los cuidados que, con tanta caridad, me han prodigado. Hacia las seis de la tarde, se puso de nuevo inquieto; sin embargo, más que en sí mismo, pensaba en los demás. Díjole al secretario: -Pobre Viglietti, tú no sabías aún lo que quería decir velar enfermos. Y, de vez en cuando, repetía en piamontés: -Yo no sé qué decir ni qué hacer... Llamó a don Miguel Rúa y le dijo: -Quisiera que esta noche estuviese a mi lado otro sacerdote con don Carlos Viglietti. Temo no llegar a mañana. Después de las ocho de la tarde, dijo a don Carlos Viglietti: 1 Véase vol. XVII, pág. 559. (**Es18.427**))
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