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((**Es18.424**) -Prométanme rezar por mí, por los Salesianos y, especialmente, por los Misioneros. Un poco después, afectado intensamente por los vómitos, preguntó a don Carlos Viglietti si no le molestaba tener que soportar tantas miserias suyas, y éste respondió: -Sólo me causa pena, querido don Bosco, verle sufrir tanto y no saber cómo aliviarle. Volvió a decir don Bosco: -Ya dirás a tu madre que le envío mis saludos, que se preocupe de hacer crecer cristianamente a la familia y que rece también por ti, para que seas un buen sacerdote y salves muchas almas. Cuando volvió don Juan Bonetti, le saludó con una señal de la mano y le insistió en que estuviera todo preparado para los Santos Oleos. Dirigióse después a don Miguel Rúa, que acababa de entrar en aquel instante, y le dijo señalando a Viglietti: -Cierto que está aquí continuamente esta buena <>..., pero sería mejor que hubiese alguno más. Unas horas antes, había dictado a Viglietti una carta para don Luis, el de Barcelona. Por la tarde, volvió a ((**It18.489**)) rogarle que lo saludara de su parte y le dijera que se acordara de nuestros Misioneros, que él se acordaría siempre de su amigo y de su buena familia y que los esperaba a todos un día en el Paraíso. Llegó Monseñor Cagliero y le dijo: ->>Te acuerdas de la razón por la que el Padre Santo debe proteger nuestras Misiones? Le dirás lo que hasta ahora se ha mantenido como un secreto entre nosotros. La Congregación y los Salesianos tienen como finalidad especial defender la autoridad de la Santa Sede, dondequiera se encuentren, dondequiera que trabajen... Vosotros iréis, protegidos por el Papa, al Africa... La atravesaréis... Iréis al Asia, a la Tartaria y a otras regiones más. Pero tened fe. Los principales Salesianos de la casa, don Domingo Belmonte, don José Lazzero, don Joaquín Berto, José Rossi, José Buzzetti y otros, se iban turnando para acompañarlo a ratos en su habitación. Aunque hablaba con mucha dificultad, con todo les tributaba una cordial acogida. Ora les saludaba bromeando a lo militar, llevándose la mano a la frente, ora levantando y bajando la mano, ora presentando al recién llegado al que estaba a su lado y diciendo: ->>Lo ves? íEs él! A veces, al ofrecer su mano derecha y estrechar la del que besaba la suya, decía: -Querido, sé siempre amigo mío. (**Es18.424**))
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