Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es18.418**) Entonces fijó con ternura sus ojos en los del secretario y, al ver que lloraba, le dijo con una sonrisa indescriptible: -íPobre Carlitos! íQué niño eres! íNo llores!... Ya te he dicho que éstas son las últimas estampas sobre las que escribo. Después, para complacerlo, cambió de tema y continuó: <>. Y aquí volvió a los pensamientos que tanto entristecían a Viglietti: <((**It18.483**)) por vosotros; hacedlo también vosotros por la salvación de mi alma. -íOh, Virgen pía, da al alma mía tu auxilio poderoso en punto de muerte! -En el cielo se disfruta de todos los bienes para siempre>>. Y aquí dejó la pluma; tenía la mano muy cansada. Todas las ocupaciones que habían constituido su forma habitual de vivir llegaron, una tras otra, fatalmente a su término. Aquella mañana concedió las últimas audiencias. Hacía cuarenta años que dedicaba todas las mañanas a aconsejar, bendecir, consolar, socorrer y alegrar a cuantos se acercaban a él con este fin. Esta fue, sin duda, una de las más laboriosas tareas de su vida. Ahora ya se sentía tan agotado que parecía le iba a faltar la respiración. La infinita serie de visitas se cerró para siempre con la de la Condesa de Soranzo Mocenigo. Eran las doce y media del día veinte de diciembre. Por la tarde dio su último paseo en coche. Por vez primera, permitió a sus hijos, que se lo suplicaban, que lo subieran en brazos en el sillón. Lo acompañaban don Juan Bonetti y don Carlos Viglietti, (**Es18.418**))
<Anterior: 18. 417><Siguiente: 18. 419>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com