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((**Es18.417**) hacía más de un año que los misioneros habían recibido orden de don Bosco de reunir armas, labores y curiosidades de los salvajes para que figuraran en aquella exposición, que tanto contribuyó aquel año a honrar a León XIII, durante los festejos de su jubileo sacerdotal. Después de la comida, se entretuvo con dichos invitados, dando a cada uno demostraciones de especial afecto. Ya de vuelta en su habitación, dijo a don Eugenio Reffo, de los Josefinos, que le había querido acompañar hasta allí: -Amigo mío, siempre te he querido mucho y siempre te querré. Estoy ya en el final de mi vida; ruega por mí y yo rezaré siempre por ti. Por la noche, durante la cena, ya no tuvo ni una chispa de animación; es más, se acercó a él don Juan Bautista Lemoyne y diose cuenta de que tenía vidriados los ojos y no daba señales de oír lo que se le decía. Sólo permaneció algún minuto en tal estado, pero era un síntoma muy triste. A la mañana siguiente, lo encontró don Carlos Viglietti tan mejorado que le rogó que le escribiera unas frases en algunas estampas, que quería enviar a ciertos Cooperadores Salesianos. -Con mucho gusto, le respondió don Bosco. Y empezó a escribir, Pero, cuando había escrito dos, le dijo: ->>Sabes que ya no sé escribir? íEstoy muy cansado! Entonces le observó rápidamente Viglietti que bastaban aquellas dos. Al dorso de la primera había escrito: <>. Sobre la otra estaba escrito: <>. ((**It18.482**)) Pero no quiso dejar de escribir, porque: -íEsta es la última vez que escribo!, dijo. Y siguió escribiendo: <>. Al llegar a este punto, Viglietti le interrumpió, tomóle por la mano y le dijo: -Pero, don Bosco, íescriba algo más alegre!... Estas cosas dan pena... (**Es18.417**))
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