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((**Es18.405**) Finalmente le preguntó cómo se encontraba de salud, pero lo hizo con un cariño casi más paternal que de costumbre. -Cuídate, le dijo después; es don Bosco quien te lo dice o, mejor, te lo manda. Haz por ti lo que harías por don Bosco. Al oír estas palabras, don Francisco Cerruti no pudo contener su emoción. Entonces él le tomó las manos y le dijo: -Animo, querido Cerruti... Deseo que nos juntemos gozosos en el paraíso. La delicada salud del Consejero escolástico general justificaba estas aprensiones; los méritos extraordinarios que adquirió durante el período constituyente de la Congregación nos explican bastante la solicitud paternal de don Bosco. El acontecimento más notable del mes de noviembre fue una singular ((**It18.467**)) imposición de sotanas, de manos de don Bosco, al polaco Víctor Grabelski, diplomado en varios doctorados; al ex-oficial francés Natalio Noguier de Malijay; a un joven inglés que no perseveró, y al príncipe Czartoryski que se destacaba entre todos por su estatura y posición social. Este, cuando por fin arrancó el consentimiento de su padre, llegó a Turín el treinta de junio y, el ocho de julio, ya era aspirante. Sus parientes estaban persuadidos de que una veleidad pasajera le había impulsado hacia la Congregación y que, por tanto, las primeras incomodidades de una vida tan distinta a la suya le harían tomar el camino de vuelta. Es fácil, pues, imaginar cómo les sentaría la invitación para acudir a una función que significaba el desprendimiento, si no definitivo, sí muy profundo de su pasado. Le escribieron unos en pro y otros en contra. Su padre, a quien Augusto le había hablado de una prueba que duraría dieciocho meses, consideró que era demasiado prematuro vestir el hábito eclesiástico, cuando apenas habían transcurrido seis. Sin embargo, decidió finalmente ir a Turín. Y se presentó con su esposa, madrastra de Augusto, con los dos hermanos de padre, una tía y el médico de la familia. Abrigaban todos la confianza de apartarlo de su determinación; por lo que, para poder llevar a cabo su plan, se anticiparon algunos días al de la ceremonia, que estaba fijada para el veinticuatro. Estaba sumamente irritada su tía, sospechando que se había presionado al Príncipe, cuya salud era delicada, con fines interesados. El, al darse cuenta de las intenciones de la visita, hubiera deseado privarse del gusto de entretenerse con ellos, pero se atuvo al consejo de los Superiores, que le recomendaron tratase a sus familiares con todo cariño. Ellos sacaron a relucir razones sentimentales y de intereses y hubo, en las conversaciones, momentos verdaderamente trágicos. Pero Augusto, (**Es18.405**))
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