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((**Es18.381**) Después de la comida, recayó la conversación sobre la importancia y la eficacia de la comunión frecuente para la enmienda de la vida, sobre todo en los jóvenes, y para su orientación hacia la perfección. Don Bosco, dirigiéndose al Obispo, exclamó de pronto: -íAhí está el secreto! Pronunció estas palabras con voz débil, pero con tal acento de fe y de amor que le conmovió vivamente, como después se lo contó también a don Miguel Rúa. El Obispo se marchó del Oratorio, llevando en el corazón la consoladora seguridad de que las muchas oraciones no habían sido inútiles; pero ignoraba, como también lo ignoraron los Superiores en un primer momento, por qué don Bosco había cambiado de parecer de la noche a la mañana. Solamente Viglietti y, después, monseñor Cagliero estaban en el secreto. El día de la Inmaculada fue don Carlos Viglietti a la habitación de don Bosco para leerle algo del periódico Unit… Cattolica y oyó que le decía: -Toma pluma, tintero y papel y escribe lo que te voy a dictar: <((**It18.439**)) día de la Inmaculada Concepción de María, 1887>>. Y aquí hizo punto final. Mientras dictaba, lloraba y sollozaba; la emoción le embargó también después. Cuando le vio sereno, don Carlos Viglietti tomó de nuevo el periódico, pero, al comenzar a leerle un artículo sobre los Misioneros, recién salidos para el Ecuador, no pudo continuar, porque como allí se hablaba de la protección que María Auxiliadora prestaba a los Salesianos, el llanto anonadó a don Bosco y le sofocaban las lágrimas. En su diario hace esta observación: <>. En aquel momento, entró monseñor Cagliero. Don Bosco indicó a Viglietti que le leyera las palabras del cielo. Monseñor, maravillado, enmudeció por unos instantes y después dijo: -También yo me oponía ayer, pero ahora ha llegado el decreto. íNo hay más que hablar! (**Es18.381**))
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