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((**Es18.352**) no sentir pena. Don Bosco no perdía su calma ante ningún infortunio, contrariedad o amenaza; pero los sufrimientos de sus hijos repercutían en su corazón de padre. Lo demuestran estas palabras escritas por don Miguel Rúa al mismo Monseñor, el día veintiocho de mayo: <<íMi querido Monseñor! Hemos procurado dorar la píldora de tu caída a Papá; con todo, estuvo en continua ansiedad hasta que no recibió noticias de tu restablecimiento>>. Monseñor se restableció bastante en Concepción; tanto que, durante un mes, recorrió toda la República, dedicándose con todas las fuerzas de su buena voluntad a las obras del sagrado ministerio, acompañado casi siempre ((**It18.403**)) por monseñor Fagnano 1. Suspiraba éste, sin embargo, por el momento de recobrar su libertad de acción para poder volver con sus Fueguinos. Entre tanto hizo una escapada el día diecinueve de abril a Ancud, para ponerse de acuerdo con el Obispo, monseñor Juan Agustín Lucero, de quien dependía Punta Arenas con la parte chilena de Tierra del Fuego. Le inspiró tanta confianza que, sin dificultad, le dio cartas de recomendación para las autoridades civiles de allí. Llegado el momento de la partida, dispuso la Providencia que el Vicario y el Prefecto hicieran juntos el viaje y con un itinerario insospechado. Por amor a la pobreza religiosa, monseñor Cagliero tenía el proyecto de ir por tierra a Buenos Aires, atravesando la cordillera en dirección a Mendoza. Este plan despertó fuerte oposición por parte de los amigos y bienhechores de Chile; según ellos, un Obispo no debía exponerse a un viaje tan largo y penoso, a través de montañas altísimas y cubiertas de nieve, y, sobre todo, después de lo que le había pasado a la ida. -Si soy obispo, respondió él, también soy salesiano; debo buscar, por tanto, el camino más económico. Pero hubo un señor que, al oír estas palabras, fue a buscarle dos pasajes de primera clase en un barco, que hacía el trayecto de Valparaíso a Montevideo; así los dos monseñores zarparon el día dieciséis de mayo de Valparaíso hacia la capital del Uruguay, pasando por el estrecho de Magallanes y, por tanto, delante de Puntarenas. Entraban en la bahía de Puntarenas, precisamente el día veinticuatro de mayo. Por ser un día tan señalado para ellos, hubieran deseado bajar a tierra, celebrar la santa misa y visitar su futura residencia; pero el mal tiempo no permitió echar anclas y ellos tuvieron 1 Lemoyne publicó en forma de <> Las aventuras de los Misioneros Salesianos en un viaje por Chile (Turín, Tip. Sal., 1887). (**Es18.352**))
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