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((**Es18.315**) -He adivinado en seguida que habías sido tú, porque no conozco a ningún otro mas que a ti que tenga la cara d'tola 1 que tú tienes y que fuese un craqueur (un embustero) de tu calaña. Poquito a poco te tomas la sartén por el mango, y don Bosco... ía freír esparragos! ((**It18.360**)) De estos hechos celestiales, y otros que no hemos expuesto con tanta precisión, los peregrinos se hacían lenguas por todas partes, y propagaban de este modo la devoción a la Virgen de don Bosco, como empezó a llamarse a María Auxiliadora. El culto a la Virgen con este título ya se había promocionado universalmente hacia el santuario de Valdocco, de modo que, aun cuando desapareció el apóstol, no disminuyó la piedad de los fieles ni el número y la intensidad de las manifestaciones públicas y privadas. Desde la fiesta de María Auxiliadora hasta la de san Juan pasó don Bosco sus días sin mas notable variación que la de su traslado a Valsalice durante casi dos semanas. Lo que mas preocupaba en cuanto a su salud era la hinchazón de sus piernas, que le hacía cada vez mas difícil y penoso el caminar. Se le sugirió, como un buen remedio, dejárselas frotar con cierto ungüento, extracto de hierbas. En principio no quiso. -Mi condición, decía, es la que quiere el Señor. Pero como vio que sus hijos estaban esperanzados de verlo caminar de nuevo con este medio, mas facilmente y sin dificultad se rindió a sus deseos y aún mas por complacerlos que con la esperanza de obtener sensibles resultados. -Así nosotros dos, dijo a Viglietti, ejercitaremos la paciencia; tú frotando y yo dejandome frotar. Desde este momento, te nombro mi médico. Pero el medicamento no daba el resultado apetecido y realmente sólo servía para hacerle padecer más. Cuando lo supieron los médicos, le aconsejaron que dejara aquellas dolorosas curas. Por fortuna, aunque estaba mal de las piernas, estaba muy bien de la cabeza; se ajustaba a la realidad el corresponsal de Parma de un periódico liberal de Turín al escribir un artículo titulado Don Bosco cammina 2: <((**It18.361**)) de una voluntad férrea, que no se arredra ante ningún obstaculo sino que camina impertérrita hasta 1 Propiamente, di latta (de hojalata). Frase piamontesa equivalente al <>, que se dice de quien no tiene vergüenza de nada. 2 Gazzetta di Torino, catorce de julio de 1887. (**Es18.315**))
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