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((**Es18.297**) -Pues bien; yo quiero pagar los gastos de ese altar y espero del Protector de la Congregación que tenéis en el cielo, la ayuda necesaria para el momento de las penas y disgustos reservados al protector terreno de esta pía Sociedad. ((**It18.339**)) La simpática y generosa ocurrencia fue ovacionada con aplausos y aclamaciones. Los muchachos del Oratorio dieron aquella tarde las primeras pruebas de su competencia, interpretando las vísperas, expresamente compuestas para la ocasión por el maestro Galli. Pontificó monseñor Julio Lenti, arzobispo de Side y vicegerente de Roma. En los intervalos, don Bosco recibía muchas visitas ilustres de Obispos y Cardenales. Las fiestas propiamente dichas duraron cinco días, con un incremento continuo de público y de verdadera piedad por parte de los fieles. Todas las mañanas había una misa rezada celebrada por un Cardenal y misa solemne pontifical; todas las tardes, conferencia salesiana, en distinta lengua, y vísperas con música y plática. El primer día, que era domingo, fue solemnísimo. A las siete celebró el cardenal alemán Melchers; a las diez pontificó monseñor Jacobini, con asistencia de un obispo norteamericano. Los muchachos de Turín ejecutaron impecablemente la partitura de la misa llamada de la Coronación, original de Cherubini. Entre tanto, don Bosco concedía continuas audiencias, y le visitaron además tres obispos y el cardenal Di Canossa. Durante la comida tuvo a su derecha a monseñor Kirby y a su izquierda al príncipe Czartoryski, que pasaba la mayor parte del tiempo en casa; muchos otros personajes tomaron parte en el ágape familiar. En el momento oportuno, rogóle don Miguel Rúa que dijera unas palabras. Levantóse trabajosamente y, apoyando las manos sobre la mesa, dijo con voz apagada: -Brindo a la memoria de nuestro gran amigo el teólogo Margotti que acaba de morir; el defensor de los sagrados derechos de la Iglesia, el que tanto nos quiso siempre y que, antes de partir nosotros para Roma, vino a visitarnos con tanto cariño que puso a nuestra disposición su acreditado periódico para narrar las fiestas que estamos celebrando nosotros. Brindo con la firme esperanza de que mis celosos Cooperadores y Cooperadoras se dignarán ayudarnos a acabar este hospicio del Sagrado Corazón, para que podamos albergar, instruir y educar a quinientos muchachos del pueblo, en el santo temor de Dios a fin de que después den frutos de buenas obras ((**It18.340**)) para sí mismos (**Es18.297**))
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