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((**Es18.291**) atiendan con esmero, tanto al número de Salesianos, como a la santidad de los que ya tienen. No es el número lo que aumenta la gloria de Dios, sino la virtud, la santidad de los socios. Por tanto, sean cautos y rigurosos en la aceptación de nuevos socios en la Congregación; miren, sobre todo, que sean de una moralidad a toda prueba. Después, tomando a don Bosco nuevamente de la mano, díjole que en confianza le manifestara qué pensaba acerca de los futuros acontecimientos de la Iglesia. Don Bosco se excusaba diciendo que el Padre Santo conocía mejor que él la marcha de todos los sucesos. Pero el Papa insistió: -No le pregunto por el presente, que también yo lo sé; le pregunto por el porvenir. -Pero yo no soy profeta, repuso don Bosco sonriendo. ((**It18.332**)) Con todo, como él dijo después a don Juan Bautista Lemoyne refiriéndole el coloquio, tuvo que ceder y manifestarle sus opiniones y cuanto conocía. Pero no dijo a nadie qué entendía con aquello de cuanto conocía. El Padre Santo hubiera querido entretenerlo más tiempo, de no haber advertido su estado de sufrimiento. Al notar don Bosco que se disponía a despedirse, le dijo que llevaba consigo a su Vicario y a su secretario y que, si Su Santidad se dignaba concedérselo, deseaban recibir su bendición. El Papa accedió, sonó la campanilla e introdujeron a los dos. Don Bosco presentó a don Miguel Rúa. -Ah, usted es don Miguel Rúa, dijo el Papa, es el Vicario de la Congregación. Muy bien, he oído que desde niño ha estado con don Bosco. Continúe, continúe la obra comenzada y mantenga el espíritu de su fundador. -íAh, sí! Padre Santo, respondió don Miguel Rúa; con vuestra bendición esperamos poder emplear hasta el último aliento por la Obra a la que nos hemos consagrado desde niños. Don Bosco presentó también a don Carlos Viglietti, como secretario suyo. ->>Qué ha hecho usted, preguntó el Papa, del secretario que le acompañó la última vez? -Padre Santo, respondió don Bosco, se ha quedado en Turín para despachar los asuntos que le he encargado. Hay mucho que hacer, pero no necesito insinuar a mis hijos que trabajen. Más bien les debo recomendar la moderación. Hay muchos que desgastan su salud por tanto trabajo. No contentos con trabajar sin descanso durante el día, siguen su tarea durante la noche. -íAh, sí!, respondió el Papa, en todo se requiere moderación: el (**Es18.291**))
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