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((**Es18.276**) Entró en la casa por vía Magenta. La puerta estaba adornada con guirnaldas y las columnas del atrio cubiertas de flores; y, en la parte exterior del ábside, colgaba un letrero que decía: Roma se alegra y se entusiasma al acoger entre sus muros al nuevo Felipe 1, ((**It18.314**)) don Juan Bosco. Bajo los soportales, le esperaban los alumnos y los superiores. El, sentado en un humilde sillón, permitió que todos le besaran la mano; después, escuchó amablemente cánticos y declamaciones. Al final del entretenimiento, mientras subía los primeros escalones para ir a la planta superior, dijo en tono festivo a los que le acompañaban: -Me habéis leído composiciones, hablándome de muchas cosas, pero de la comida, todavía no me habéis dicho nada. Riéronse todos y se le respondió que el almuerzo estaba preparado. Sentáronse a la mesa con él algunos señores, entre los cuales destacaba la esbelta figura del príncipe Augusto Czartoryski. Don Francisco Dalmazzo le presentó también un antiguo alumno del Oratorio festivo de Turín que se llamaba D'Archino, el cual se hizo más tarde coadjutor y murió a los noventa años en el hospicio del Sagrado Corazón. El presentado le dijo: -Hace dieciocho años que no tenía la suerte de verlo. La última vez fue el día 28 de diciembre de 1869, fiesta de San Juan Evangelista: entonces me confesé con usted en la iglesia de María Auxiliadora. -Y, desde entonces, le preguntó súbitamente don Bosco >>no te has vuelto a confesar? -Sí, señor, y muchas veces; pero no con usted, porque estaba muy lejos. Entonces, a propósito de confesión, narró don Bosco un suceso que ya conocemos 2, pero que fue puesto en duda por algunos y rechazado por otros como inverosímil. Conviene, pues, que refiramos sus propias palabras en la forma en que las oíamos repetir a D'Archino y tal como las recogió de sus labios y las escribió don Juan Bautista Lemoyne. Don Bosco dijo así: -Mira, la misma pregunta le hice a Su Excelencia el Ministro Crispi. Un día en que, por algunos asuntos, tuve que visitarlo, apenas llegué a la antesala, los conserjes me preguntaron el nombre y le pasaron recado. Y el Ministro, apenas oyó mi nombre, salió a la puerta del despacho, ((**It18.315**)) diciendo: 1 Se refiere a san Felipe Neri (1515-95), fundador de la Congregación del Oratorio. Conocido por el Apóstol de Roma, es el Santo Patrón de la Ciudad Eterna (N. del T.). 2 Véase: Vol. IV, pág. 325, y XIII, pág. 415. (**Es18.276**))
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