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((**Es18.194**) coloquio con el amado padre, pidióle medallas bendecidas por él para regalarlas a los amigos; y ((**It18.216**)) cuando las consiguió, se despidió. Bajaba las escaleras para ir a la iglesia a dar la conferencia, cuando lo alcanzó el clérigo Festa, que le seguía corriendo y le entregó una cajita diciéndole: -Don Bosco le manda esta caja y dice que las otras cosas son para los demás, pero que esta caja es para usted, precisamente para usted. Por el sonido le parecieron medallas. Se la metió en el bolso, corrió a la iglesia y no pensó más en ella. Estaba ya en alta mar cuando se acordó de la caja; la abrió y se encontró con una cadena de oro afiligranada, acolchada sobre un poco de algodón. Quedóse sorprendido al verla y, no comprendiendo nada, volvió a tapar la cajita y la guardó. Al llegar a su destino, la puso sin más en un cajón de su mesa de escritorio y no la sacó hasta el día en que el telégrafo llevó la triste noticia de la muerte de don Bosco. Entonces, en medio de la desolación general, todos los de casa empezaron a buscar objetos que recordaran a su padre extinto: escritos, medallas, regalos y cosas semejantes. En esta búsqueda, el secretario de don Luis Lasagna encontró la cajita. Sacó la cadena, levantó el algodón y apareció debajo un papelito en el que un cooperador de Chiávari decía que enviaba aquella cadena a don Bosco para que sirviese al segundo Obispo salesiano misionero en América. -Quiere decir, pensó don Luis Lasagna, que la entregue al segundo Obispo salesiano, de parte de don Bosco. No se imaginaba entonces que cinco años después, aquel obispo sería él mismo 1. El día dos de diciembre por la mañana en su capilla privada recibió por última vez profesiones religiosas. Eramos un grupo de clérigos jóvenes que, por falta de edad o por no tener completo el año del noviciado, no habíamos podido hacer la profesión con los demás compañeros por octubre en San Benigno. La exhortación del Santo, después de la profesión, versó sobre la obediencia. Durante la función de despedida de la tarde en la iglesia de María Auxiliadora, ni la elocuencia fascinadora de don Luis Lasagna, ni la sugestión propia del rito, ni la alada palabra del cardenal Alimonda pudieron apartar la atención de los fieles que tenían los ojos fijos en don Bosco. ((**It18.217**)) Estaba el Santo anciano, humilde y recogido in cornu 1 L'Italia Reale de Turín, el 3 de abril de 1893 dio la noticia del hecho con las palabras de monseñor Lasagna, quien había hecho público el caso. (**Es18.194**))
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