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((**Es17.774**) sigue necesitando siempre los bienes materiales para alimentarse, vestirse y trabajar. Por eso, al tiempo que renuncia a todo lo que tenía, se industria por agregarse a una sociedad en la que pueda proveer a las necesidades de la vida, sin tener en modo alguno el peso de la administración temporal. >>Cómo debe, por tanto, conducirse en sociedad en cuanto a lo temporal? Las reglas de la sociedad proveen todo, de manera que, practicando las reglas, queda satisfecha toda necesidad. Un vestido, un trozo de pan deben ser suficiente para un religioso. Cuando necesitase más, avise a los superiores y se lo proporcionarán. Pero aquí debe concentrarse el esfuerzo de cada uno. Quien aporta un beneficio a la Sociedad, hágalo; pero no se constituya en centro independiente; esfuércese por actuar de modo que haya una sola caja como debe haber una sola voluntad. Quien procurase vender, comprar, cambiar o guardar dinero para su propia utilidad; quien hiciera eso, sería semejante a un labrador que, al paso que los trilladores amontonan el trigo, él lo desparrama y lo tira. En cuanto a esto, debo ((**It17.896**)) recomendar que no se guarde dinero ni con el aparente pretexto de sacar utilidad para la Sociedad. Lo más útil para la Sociedad es la observancia de las reglas. El vestido, la habitación, los muebles y los enseres de la misma no tengan nada que sepa a lujo. El religioso debe estar preparado en todo momento para partir de su celda y presentarse ante su Creador sin que sienta abandonar nada... XXII El canónigo Belloni a don Bosco El Osservatore Romano del 21 de agosto de 1935, en un artículo anónimo titulado Una era de caridad en Palestina, Abuna Antún Belloni, al hacer una relación de la Obra del canónigo Belloni, escribía: >>Cómo perpetuar su obra? Creando la pequeña Congregación de la Sagrada Familia. Pero, queriendo asegurar mejor sus santas empresas, se trasladó en 1878 a Turín para ver a don Bosco, a quien ofreció su misma persona y su obra. Don Bosco lo recibió con gran bondad y muestras particulares y públicas de benevolencia, pero no pudo condescender con sus santos deseos. Ahora no puedo aceptar, decía, por falta de personal; irán mis hijos más tarde. Y don Bosco fue profeta. En efecto, en 1891, el primer Sucesor de don Bosco, el Siervo de Dios don Miguel Rúa, condescendía a las repetidas instancias de Abuna Antún Belloni y enviaba a Belén algunos Salesianos e Hijas de María Auxiliadora y así quedaba asegurada la continuación y el desarrollo de aquellas obras. XXIII (el original en francés) La duquesa de Aremberg En el volumen XVI, pág. 129, escribíamos que la duquesa de Aremberg, el 23 de mayo de 1883, solicitaba una audiencia de don Bosco. Ella había visitado ya al Santo en Lille, en el convento de las Clarisas, el día veinte de aquel mes. En los archivos del (**Es17.774**))
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