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((**Es17.728**) La tercera florecilla nacía también aquella noche de Navidad en la ((**It17.843**)) iglesia de María Auxiliadora, donde se celebraban las sagradas funciones para nuestras Hermanas. Era una jovencita de trece a catorce años, no bautizada por perversidad de los padres y sustraída a su despiadada tutela por una Cooperadora salesiana, que la entregó a las Hijas de María Auxiliadora para que la educaran cristianamente. Le diré de paso que no es ésta la primera Cooperadora salesiana que sabe arrancar de las garras de Satanás y de padres desnaturalizados e impíos a una tierna jovencita; ya han recibido otras las Hermanas de María Auxiliadora; y nosotros hemos admitido también a varios. Hace poco más de dos años, la señora Isabel Elerdondo, nobilísima matrona y madrina de la iglesia de María Auxiliadora, nos trajo un jovencito, que ella misma había liberado de los sufrimientos del cuerpo y de las miserias del espíritu, que le ocasionaba su inhumano padre. Este jovencito ya está bautizado y educado, es subjefe en nuestro taller de encuadernación y se porta muy bien; sabe perfectamente que debe la vida del alma y del cuerpo a esta Cooperadora, que fue verdaderamente su Angel Custodio y, todas las vacaciones suele dirigirse a su bienhechora, a quien respeta y quiere como a madre, pues no conoce otra en la tierra. Volviendo, pues, a la afortunada niña, que simbolizó el nacimiento espiritual de Jesús entre nuestras hermanas, le notifico que se le impuso el nombre de María en recuerdo de sor María Mazzarello, que fue Superiora General de las Hermanas. El reverendo Inspector administró, pues, dos veces en ambas iglesias el sacramento del bautismo y los dos neófitos recibieron la santa comunión en la misma noche; se confesaron también para asegurar mejor las disposiciones necesarias para el bautismo y para recibir los consejos necesarios con que evitar el pecado. Este es el ramillete de las tres hermosas flores, que hizo María Santísima que se abrieran en su mes, para depositarlas en la cuna del Niño Jesús recién nacido, Así fueron coronados los trabajos del curso escolar, y esperamos que sigan los frutos de bendición durante el nuevo curso recién comenzado. Aquí tiene, pues, reverendo don Bosco, el aguinaldo que le ofrecemos para el nuevo año. Usted nos envió una hermosísima circular en la que nos nombraba a dos de sus lugartenientes, un Vicario en Turín y un Provicario en América, y, en esa circular, veíamos por vez primera el escudo de nuestra Pía Sociedad, ceñido con el epígrafe expresivo y característico que siempre leíamos sobre el dintel de la puerta de su cuarto: Da mihi animas, caetera tolle. No podemos, pues, dar a V. P. un gusto mayor que el de narrarle cómo la Divina Bondad nos ofreció los medios para salvar almas, especialmente de la juventud, a la que usted tanto quiere. Bendíganos, pues, y alcáncenos del Sagrado Corazón de Jesús y de María Auxiliadora la perseverancia en nuestra vocación y el celo necesario para cooperar con Ella a la salvación de las almas. ((**It17.844**)) Le presento los saludos de mis Superiores y Hermanos, junto con las respetuosas y tiernas felicitaciones de nuestros novicios, estudiantes y aprendices, sobre los cuales invocamos una de esas patriarcales bendiciones, que los haga crecer Ruegue usted por mí, para que corresponda a las gracias que Dios me ha hecho y lleve dignamente el nombre que me ha sido impuesto. No olvide tampoco a mis infelices Padres y a mis once hermanos que aún andan en la sombra del error. Bendiga, en fin, a su nuevo hijo que le ama tiernamente, y permita que, besándole la mano, me declare D. S. P. Rvma. Obmo. hijo Buenos Aires, 6 de enero de 1884 (sic) ADOLFO JUAN BACH. (**Es17.728**))
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