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((**Es17.704**) de estas nobles artes. Bajo este nombre, permanecerá, sin duda, imperecedera la memoria de Dámaso, de León y Gregorio Magno, de Zacarías, de Silvestre II, de Gregorio IX, de Eugenio IV, de Nicolás V, de León X. Y, en la larga serie de Pontífices que ostenta la Iglesia, a duras penas se encontrará uno solo de quien no sean muy deudoras las letras. En efecto, por su impulso y liberalidad se abrieron, de uando en cuando, escuelas y colegios para la juventud ávida de literatura, se instalaron bibliotecas para alimento de los ingenios; se mandó a los Obispos que fundaran en sus diócesis academias literarias; se concedieron favores a los hombres eruditos y se los alentó a mayores cosas con las promesas de grandísimos premios. Y esto es tan verdadero y evidente que los mismos calumniadores de la Sede Apostólica hubieron de reconocer muchas veces que los Romanos Pontífices fueron muy beneméritos de los estudios clásicos. Por lo cual, convencidos de la utilidad y guiados por el ejemplo de nuestros predecesores, hemos establecido aplicar nuestros cuidados y tomar medidas oportunas con todo esmero, para que estos estudios florezcan entre los clérigos y den esperanzas de volver a su antigua gloria. Confiando mucho en tu sabiduría y en tu colaboración, amado hijo, nos aplicaremos a llevar a la práctica el programa que hemos establecido en nuestro sagrado Seminario de Roma; y, por esto, queremos que se abran en él algunas determinadas escuelas para los jóvenes de más talento y aplicación, los cuales, después de terminar el curso normal de las letras italianas, latinas y griegas, puedan bajo ((**It17.815**)) la guía de hábiles maestros, alcanzar, en ese triple genero de lenguas, toda la perfección y profundidad posible. Y, para que esto se realice tal y como nos deseamos, te ordenamos que elijas hombres capacitados para ello, y así lograr con la ayuda de su consejo lo que nos hemos propuesto. Mientras tanto, como señal de nuestra benevolencia y auspicio de los divinos favores, te impartimos, amado hijo, la bendición apostólica. Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 20 de mayo del año 1885, octavo de nuestro Pontificado LEON PP. XIII 79 (el original en francés) Carta de don Bosco al duque de Norfolk Alteza: Heme aquí para darle mis noticias. Sigo siempre en cama, pues el estado de mi salud es variable, y no sé cuándo podré dejarla. íHágase la voluntad de Dios! Pero lo que me intranquiliza mucho en este momento son las deudas de la iglesia y la casa del Sagrado Corazón de Roma. Hace unos diez años que nuestros esfuerzos se dirigen preferentemente a esa obra y quedan todavía doscientos cincuenta mil francos por pagar y, en estos mismos días, se me apremia para el pago. Esta es una de mis mayores penas. Si V. A. puede ayudarme en la medida que su gran caridad y las circunstancias puedan sugerirle, experimentaría un gran consuelo y haría V. E. una obra enormemente útil para nuestra pobre sociedad salesiana y para toda la Iglesia Universal y, (**Es17.704**))
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