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((**Es17.561**) otros apuros, en los que se encomendó con creciente confianza a Luis, obtuvo lo que deseaba. Aparte de este motivo ajeno, el abate RouviŠre contaba con otro totalmente personal para apoyar su iniciativa. El hijo del conde Colle no había tenido nunca más director espiritual que él, que con conocimiento de causa, lo llamaba hijo de bendición y ponderaba su vida santa y su muerte angelical. En Roma no se hizo nada; pero lo dicho hasta aquí garantiza, como no se podría hacerlo mejor, la opinión que don Bosco ((**It17.654**)) tenía del joven y sirve no poco para dar credibilidad a cuanto dijimos en el capítulo tercero del volumen XV. La siguiente anécdota es anterior, pero la contó Lady Herbert en 1884 en un autorizado periódico londinense 1, y nosotros no tuvimos noticia de ella hasta ahora. La escritora, emparentada con el Marqués S. de Turín, escuchó de este mismo la narración del hecho. Un joven de buena familia iba irremediablemente a la ruina, debido a tremendas pérdidas de dinero en el juego. Horrorizado ante la idea de tener que declararse en quiebra, recurrió al Marqués en demanda de ayuda. El generoso señor le prestó una crecida cantidad. Y entonces desapareció, sin dejar rastro de sí ni esperanza de restitución. Pasaron así algunos años, cuando un día el Marqués, camino de la estación de Porta Susa, se encontró impensadamente con su hombre de bien. íHombre de bien de verdad! La dura lección de la experiencia había producido su efecto: se había entregado a una vida seria y laboriosa, había recuperado un buen patrimonio y volvía expresamente a Turín para cumplir su deber devolviéndole el dinero recibido. El Marqués continuó su camino, pero el tren ya había partido. Decidido a tomar el tren siguiente, pensó aprovechar las horas de espera haciendo una visita a don Bosco. Nótese que no había hablado nunca de aquel asunto con nadie. Apenas penetró en la habitación de don Bosco y, antes de que abriese la boca para preguntarle cómo estaba, oyó que le abordaba con estas palabras: -Precisamente le estaba esperando... Quiero que me dé el dinero que tiene en ese bolsillo. Y, mientras decía esto, le señalaba el bolsillo y la cantidad exacta.El Marqués, fuera de sí por el estupor, exclamó: ->>Cómo ha podido usted enterarse de esto? Es dinero que he recibido hace pocos minutos del modo más inesperado... >>Conoce usted al joven conde B.? 1 The Month, enero 1884, en un artículo rotulado Don Bosco, págs. 43-59. (**Es17.561**))
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