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((**Es17.560**) Apenas salió, todos le rodearon ansiosos por saber si su fundador moriría. El padre Reffo se lo preguntó. Y don Bosco respondió: -Por esta vez, todavía saldrá bien; por lo menos, así lo pienso. Tiene que seguir cuidando esta planta. Quería decir su familia religiosa. Los presentes se arrodillaron para que los bendijera y se levantaron con la seguridad de que el teólogo Murialdo curaría. En efecto, a partir de aquella tarde, mejoró progresivamente. Tres días después, le visitó el cardenal Alimonda y comprobó su buen estado, que fue progresando cada día más hasta recobrar la perfecta salud. ((**It17.653**)) Conversando después con los Padres de la Comunidad dijo: -Don Bosco y el teólogo Murialdo son dos perlas de mi diócesis 1. A finales de mayo, don Bosco recibió de Tolón una carta del canónigo RouviŠre, párroco de San Luis, proponiéndole iniciar las gestiones para introducir en Roma la causa del jovencito Luis Colle. Uno de los motivos que impelían a aquel eclesiástico a formular tal iniciativa era lo que le habían referido en el monasterio del Buen Pastor de aquella ciudad. La Superiora, sor María de Santa Leocadia, en el día aniversario de la muerte de Luis, convencida de que sus padres estuviesen en Tolón, se atrevía a escribirles con el fin de suavizar un poco su dolor, cuando una voz interior le dijo clarísimamente: -Es inútil que les escribas, pues están ahora en Turín, donde don Bosco les proporciona en abundancia los consuelos que necesitan. Estas palabras produjeron en la religiosa una certeza tan absoluta que entró una hermana instantes después en su celda y le afirmó con total seguridad: -No escribo a los señores Colle porque no están aquí, sino con don Bosco en Turín. ->>Y quién se lo ha dicho a usted, Madre?, preguntó la monjita. -Su ángel, el mismo Luis: estoy segura de ello. Y así era en verdad. Más tarde, como escaseara el agua en el convento, recurrió la Superiora confiadamente a Luis y parecióle oír de sus labios la promesa de que su petición sería escuchada y que llegaría el agua. Y, en efecto, llegó veinticuatro horas después. En 1 E. REFFO, Il teol. Leonardo Murialdo, Fondatore dei PP. Giuseppini (1828-1900), 3.¦ ed. Turín, Tip. <>, 1931, págs. 306-308. (**Es17.560**))
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